TOCAR EL DOLOR

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blog-ianireEstar tan peligrosamente cerca de los 40 años está sacando a relucir algunas goteras de esas que nunca se me hubieran pasado por la cabeza. Una de ellas está haciendo que lleve unas semanas acudiendo a rehabilitación. En el centro al que voy cada día soy testigo de cómo los dos fisioterapeutas que trabajan ahí se multiplican para distribuir a las personas que llegan cada cinco minutos en pequeños “boxes” que dan ese margen de intimidad necesario para que cada uno de los pacientes vaya desgranando sus penas. Personas de lo más dispares que sólo nos unimos por el dolor, aunque uno sea porque se ha lesionado jugando al fútbol, porque tuvo una operación en la pierna, porque una tendinitis está fastidiando o porque el excesivo puente del pie hace que tenga problemas de espalda.

Cuando el paciente entra en el box, él y su dolor se convierten en el centro de atención del fisioterapeuta que le atiende. Ese espacio se convierte en lugar de intimidad en el que uno cuenta sus dificultades y el otro, con mucho respeto, toma contacto con el mismo centro de su sufrimiento. Buscar el bien del otro por encima de clientela, tocar y dejarse tocar… y hacer experiencia de que para sanar a veces hay que hacer algo más de daño. ¿No será ésta una buena escuela para que aprendamos de estos profesionales a tocar el dolor de los otros?