Tentados

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Lo más curioso del evangelio de este domingo no es que Jesús fuese tentado o los cuarenta días simbólicos o el desierto. Yo creo que lo más llamativo es que nosotros mismos podríamos haberle dicho a Jesús (a nosotros mismos o a cualquiera) las mismas palabras. Nos encantaría que Dios funcionase así, como un mago con los poderes descontrolados: todas esas piedras que sean panes; todos esos ángeles que demuestren que estás de mi lado; todos esos reinos y todo su poder son míos y te los puedo dar…
Nos encantaría ese Dios desbordado de poder, evidente e indiscutible, ese Dios que haría callar tantas bocas y que vencería, aplastando, a tantos adversarios. Ese Dios al que le susurramos al oído con intercambio absurdo de favores que convierta en pan todas las piedras del mundo en lugar de pedir sólo el de cada día; o que manifieste de una vez su poder aterrador como aquellos discípulos defraudados querían hacer bajar fuego del cielo contra esos incrédulos; o aquel crucificado cargado de ira (quizás porque la tenía que tener) le retó a que demostrase su divinidad descolgándole de la cruz…

No es extraño que Jesús fuese tentado, lo extraño es que nosotros no consigamos tentar a Dios.

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