Me contaba mi buen amigo religioso Juan Antonio: “Hace unos días tuvimos un encuentro de sacerdotes jóvenes de mi congregación, o más bien de los que trabajan con jóvenes, aunque ya la juventud pasó nos sentimos cercanos a esta franja de la vida que cada día se nos escapa un poco más. La JMJ iba a traer muchas vocaciones, muchos jóvenes a las parroquias, mucha vida… todavía es pronto para evaluar, desde luego, pero yo sigo viendo a los que estaban antes de la JMJ, lo mismo hay que esperar más, pero el frío ya está cerca… Volviendo a la reunión o encuentro de programación constato que el verbo “hacer” sonaba y resonaba por activa por pasiva y por perifrástica… para atraer a los jóvenes tenemos que hacer esto, para convocarlos hacer lo otro, para que se sientan en su casa hacemos lo otro… y creo que menos “hacer el pino” salió de todo. Conforme iba escuchando lo que decían mis hermanos, pensaba que se estaba olvidando una cuestión que para mí es vital: ¿quiénes somos? Desde la vivencia honesta, humilde y sincera de nuestra propia vida ¿ya no se evangeliza? Es verdad que hacen falta planes de actuación, proyectos, itinerarios, fines y medios… pero todo esto… ¿sirve de algo si no “somos”? Esta pregunta me estuvo rondando durante todo el encuentro incluso me atreví a compartirla, todos me escucharon en silencio y pensé… qué bien, vamos a empezar por el principio: “evangelizarnos a nosotros mismos…” “buscar discernimiento…” “ahondar en nuestra llamada y desde ahí descubrir qué quiere Dios de nosotros”… pensé que se iba a abrir un diálogo interesante y enjundioso, pero de pronto se oyó una voz que dijo: “¿Entonces qué día hacemos las camisetas para la marcha?” Todos hicieron unos segundos de silencio pero inmediatamente empezaron a responder: tenemos que hacerlas el 7, otros que el 3, otros que el 5”.
Noté en la narración de Juan Antonio cierta desazón, desilusión y conformismo. Pero también satisfacción porque había expresado y dicho aquello que él quería. No siempre que manifestamos nuestras convicciones son acogidas o ni siquiera entendidas… pero nadie nos puede quitar el derecho de decirlas. Tenemos que decirlas Juan Antonio, tenemos que decirlas…