(Almudena Vilariño, Santiago de Compostela)
-Seguir, ¿qué?
-La misericordia. O mejor, pregunta, ¿a quién?
– A la Misericordia.
Este mes iniciamos el Año de la Misericordia de la mano de María. Y con Ella, fijos los ojos en Jesús, queremos llegar a la meta de nuestra peregrinación: la Misericordia de Dios encarnada, Jesucristo.
Los jalones del camino que nos han guiado este año nos pueden ayudar:
Que seamos “ecos de paz” dondequiera que nos hallemos empezando por nuestros hermanos de Comunidad, esos “parientes” que son los que descuidamos más.
Que no olvidemos nuestra dimensión oblativa, de intercesión y entrega como “dos pichones” que rescaten al Primogénito para el mundo.
Nada de comadreos, dimes y diretes, sino diálogo franco que construye hermandad. Así pues, en todas partes “¡arriba los cuervos!”
Hagamos todo en Cristo, conscientes de que por la resurrección de Jesucristo, injertados en Él por el bautismo, vivimos “atravesados por la Vida.”
Dejémonos confiados en la voluntad de Dios no sea que acabemos “escupidos por la ballena.”
Hagamos las cosas conscientemente y con amor para que no parezcamos “coladores ambulantes.”
¡Ah! y atendamos las indicaciones preciosas de las “flechas amarillas” que son nuestros hermanos, circunstancias y dilemas donde quizá no las esperábamos hallar…
Acogiendo el “chocolate y estropajo” de la vida de cada día.
Sin prisas ni agobios, que no conducen a nada más que a preguntarnos los que nos ven: “preparando, ¿qué?”
Todo esto no es fácil, la que suscribe patina una y otra vez, pero me anima el último de los instrumentos de las buenas obras que nos da san Benito: “Y no desesperar jamás de la misericordia de Dios.” (RB 4, 74)
Os invito, queridos y pacientes lectores de este año que concluye, a que, al tomar los salmos y uniros a esa secular y milenaria cadena de orantes para bendecir y confesar al Dios compasivo y misericordioso y suplicarle ayuda por su “hesed” (palabra hebrea que solemos traducir como “misericordia”, “amor”, “gracia”), rastreéis este vocablo en los salmos, y por supuesto, su correspondencia, plena de sentido, en el Nuevo Testamento.
¡Gracias a todos, que la Misericordia de Dios nos transforme y acompañe!