Lo más habitual es que, cuando me presentan en estas actividades, se acuda al currículum y se informe de lo que he estudiado, los artículos publicados, mis ámbitos de investigación y los lugares en los que enseño. Pero el otro día no fue así. Quien se encargaba de presentarme buscó información más personal sobre mí en este blog y en twitter para, leyendo entre líneas, poner sobre la mesa algunas de mis inquietudes más personales. Me encantó que hablara de mí no tanto por lo que hago o por lo que sé, sino por lo que soy y por lo que deseo vivir, porque esto sí que es lo que realmente importa y lo que me define con mayor verdad.
En la Vida Consagrada en teoría nos sabemos muy bien que no somos lo que hacemos y que nuestra mayor misión es vivir con hondura y verdad la vocación a la que estamos llamadas. Lo sabemos… pero a veces “se nos escapa” creernos que nuestras tareas nos definen. En estos días en los que celebramos a un Dios que se abaja y se encarna, la debilidad de un bebé nos recuerda que lo esencial no está en nuestras capacidades y posibilidades, sino en el amor que nos hace impotentes, vulnerables… y que da sentido a nuestro ser aunque no hagamos nada. Ojalá, adorando al Niño, nos vayamos enterando “por dentro”…