Hay malos que, en ocasiones, hacen el bien. Hay que alegrarse del bien que hacen los malos, pero su maldad les impide hacer el bien de forma firme, constante y segura. Por eso, además de alegrarnos por el bien que puede hacer la persona mala, hay que desear firmemente que se convierta y sea buena.
La distinción entre ser bueno y hacer el bien equivale a la distinción entre las actitudes arraigadas en nuestro ser, y los actos puntuales que hacemos en cada ocasión. A los ojos del mundo, en la moral de las obras, en donde solo importan resultados y apariencias, no importa que uno viva con sentimientos de odio; lo que importa es que no cometa delitos, que no haga el mal. Esta moral fomenta la hipocresía. Con esta moral muchos personajes de nuestro mundo hacen cosas buenas, entregan dinero para buenas obras o fomentan instituciones sociales, pero lo único que les interesa es la publicidad, el “salir en la foto”, o sea, que se hable de ellos, que se diga lo guapos y estupendos que son, aunque, en el fondo, la situación de las personas a las que teóricamente o fotográficamente entregan el donativo, no les interese.
Así se comprende que Jesús nos advierta contra el hacer buenas obras sólo para ser visto por los hombres: “Cuando hagas limosna no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6,2-3).
Quizás el que anuncia con trompetas su limosna hace el bien, pero no es bueno. Y cuando no haya trompetas dejará de hacer el bien. La limosna del que la hace en secreto es la de una persona buena, que es solidaria en toda circunstancia. El primero hace el bien, pero no es bueno. Este bien que hace sirve para aumentar su orgullo y su vanidad. El segundo hace el bien porque es bueno. Este bien que hace es agradable a los ojos de Dios.