Como ya hizo en la encíclica Fratelli tutti, Francisco, en esta carta vuelve a decir una palabra muy necesaria en este tiempo de epidemia. Al respecto, san José puede darnos dos grandes lecciones. La primera, mantener la confianza en Dios en las tormentas de la vida, como él hizo ante las dificultades que se le presentaron para proteger la vida del niño y de su madre. La segunda lección, aplicable a la situación sanitaria, es su saber estar en segundo plano, sin buscar protagonismo, pero siempre muy atento. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en segunda línea tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. Cosa aplicable a tantas personas que no aparecen en las portadas de las revistas, ni en las pasarelas del último show, pero que han sido decisivas para sostener nuestras vidas en estos tiempos difíciles: médicos, enfermeras, cuidadoras, limpiadoras, fuerzas de seguridad, religiosas y tantos otros.
Viene bien aquí recordar uno de los títulos que el Papa da a san José: Padre de la valentía creativa. Cuando nos enfrentamos a alguna dificultad podemos o bajar los brazos, o buscar soluciones. A veces, dice el Papa, las dificultades son precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener. Muchas veces nos preguntamos por qué Dios no interviene directa y claramente. Olvidamos que Dios actúa a través de eventos y personas. El cielo intervino confiando en la valentía creadora de José, que encontró un lugar para que María pudiera dar a luz y, posteriormente, supo organizar una huida a Egipto para salvar al niño y a su madre.
Dice Francisco: “si a veces parece que Dios no nos ayuda, no significa que nos haya abandonado, sino que confía en nosotros, en lo que podemos planear, inventar, encontrar”. Debemos preguntarnos seriamente si estamos protegiendo con todas nuestras fuerzas a tantas personas que nos necesitan, indigentes, exiliados, afligidos, moribundos. “En cada una de estas realidades está siempre el Niño y su madre”. Cada cristiano está llamado a convertirse en un nuevo san José, padre de la valentía creativa.