«RELILAIQUÍA»: MANUAL DE INSTRUCCIONES

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(Dolores Aleixandre). Aprovecho la celebración en febrero de 2020 del Congreso de Laicos (www.pueblodediosensalida.com) organizado por la Conferencia Episcopal Española, para dar vueltas a la situación de relilaiquía en la que estamos inmersos. No busquéis la palabra en el diccionario porque me la acabo de inventar y, de momento y hasta que la admita la RAE, puede servir para nombrar el nuevo estatuto relacional en que nos movemos desde hace ya tiempo religiosos y laicos. El “Manual de instrucciones” que sigue es solo un borrador y sería estupendo que algunas comunidades se pusieran a la tarea de corregirlo y completarlo, en plan Wikipedia. Desde el lado de la vida consagrada, claro está, luego habría que proponérselo a los laicos y editarlo de manera conjunta.

Un buen comienzo podría ser hacernos más conscientes de cómo funcionan nuestros esquemas mentales. Ese repertorio de ideas fijas y preconcebidas influye en nuestros juicios, palabras y reacciones e inconscientemente procuramos que personas, cosas o situaciones encajen en esos esquemas. El problema está en la fea costumbre de resistirnos a cambiar esos esquemas, en aferrarnos con uñas y dientes a lo que damos por ya sabido y evidente sin preguntarnos: “Espejito, espejito ¿estaré yo reaccionando desde un esquema mental equivocado?”.

Somos más lúcidos cuando las cosas no nos afectan tan directamente y por eso nos es fácil darnos cuenta de los patrones mentales erróneos que están detrás de frases como: “los inmigrantes vienen a quitarnos trabajo”; “se aprovechan de las prestaciones sociales”; “hacen peligrar la seguridad de nuestras calles”. Es el discurso archisabido de la ultraderecha que rechazamos sin vacilar. En cambio, podemos estar inconscientemente contaminados por opiniones de este tipo: “los laicos no están bastante formados”; “nos están dejando de lado y nos arrinconan sin consideración”; “desde que ocupan cargos directivos en nuestras obras, todo va manga por hombro”; “cambian cosas por cambiarlas y no nos consultan antes”; “han llegado al colegio y la comunidad de hermanas mayores que vivía en él, ha tenido que marcharse”.

Vamos a probar a sacar a pasear afirmaciones que nacen de otros esquemas mentales para que se encuentren con las anteriores, dialoguen y lleguen a acuerdos:

– A mayor atracción por una nueva vida consagrada más despojada, más libre y más ágil, menos aferramiento a ese poder que se nos pega como una sanguijuela y que está detrás de la mayor parte de nuestras dificultades de relación.

– A menos temor a conjugar en primera persona (del singular y del plural) el verbo soltar, más cimientos y raíces en la misión compartida.

– A mayor reconocimiento de necesitar tanta o más formación que los laicos, menos peligro de quedarnos petrificados como la mujer de Lot.

– A mayor confianza en que el carisma puede estar floreciendo hoy en nuevas tierras, menos riesgo de que se nos vuelva rancio y mohoso por considerarnos sus dueños.

– A mayor cordialidad y naturalidad en las relaciones, menos peligro de que nuestras declaraciones con mayúsculas sobre Discernimiento, Colaboración y Comunión, las vean ellos como pajaritas de papel. Preciosa tarea la de la relilaiquía. ¿Quién quiere ponerse a ella?