REGALARNOS UNA TARDE

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Silenciamiento y amor

Constato personalmente y por las conversaciones con otras religiosas amigas que cuesta ordenarnos para encontrar ratos de silencio y de Presencia. No esa Presencia que sabemos en nosotras, como nuestro latido más hondo, la que nos sorprende desde otros rostros, la que nos sale al encuentro en el tejido claroscuro de nuestra vida cotidiana. Para la que nos hacemos más huidizas es para la que se muestra en la soledad, la que necesita reposo y tiempo para acallar tantas voces, la que acontece cuando somos capaces de silenciar la vida por dentro, de quedarnos sin hacer nada, sin decir, sin poder nada… Esa Presencia que aguarda nuestra desnudez .
He vuelto a reencontrarme con Etty Hillesum en sus “Escritos esenciales”, sus palabras vienen como bálsamo y tienen el poder de despertar anhelos y registros hondos, como si me devolvieran a mi verdad, a esa casa de la que me alejo, a ese lugar interior de calma y de quietud que permanece intacto en medio del oleaje. Desde sus propias experiencias tan humanas, Etty llama a la puerta de nuestro corazón para que no olvidemos el gran amor que puede llegar a albergar. Sus amigos, sus lecturas, el cielo azul, las heridas de la gente, el sufrimiento de su pueblo judío… todo lo vive, reveladoramente, como ocasión para agradecer la vida y experimentar en ella la bondad de Dios.
Su voz nos invita en nuestro tiempo a recuperar ese centro interior desde el que todo se ordena, donde la realidad se pacifica y encuentra su sentido: “La fuerza viene de dentro, de un pequeño y cerrado centro al que me retiro a veces, cuando el mundo exterior me resulta excesivamente ruidoso”. Etty encuentra en ella un espacio de silencio desde el que puede acoger con receptividad la vida y, a la vez, nos señala su dificultad: “No es tan sencilla esta media hora de silencio, necesita un aprendizaje: desalojar nuestros ruidos, incluso nuestras emociones y pensamientos edificantes y convertir lo más íntimo de nuestro ser en una vasta llanura vacía en la que ni el más leve rastro de maleza impida entrar en ti algo de Dios y algo también de amor”.
Este silenciamiento y este espacio para el amor ¡nos hacen tanta falta¡ Ojalá se nos regale gustarlo en esta Pascua y podamos decir con Etty, y con tantas mujeres con las que hacemos el camino a Galilea: “me has enriquecido tanto, Dios mío, permíteme también dar a manos llenas