No descubrí el cine hasta los veinte años; en mi pueblo no había salas de proyección. Cuando llegué a Madrid a estudiar tenía una amiga en la residencia a la que le gustaba ir con frecuencia, para mí “salir a la calle” era pasear, ir a la plaza mayor, tomar algo… pero no meterme en una sala a oscuras. No tardé mucho en dejar que el cine me cautivara y desde entonces es una de mis grandes aficiones. Creo que Jesús contaba parábolas porque no existía el cine. Meternos en sus historias, descubrir nuevos paisajes, desgranar momentos reales de otros tiempos… Emocionarnos, vibrar, llorar o reír, cuando vemos reflejada nuestra humanidad en sus personajes.
Pensaba que cada año que estrenamos es como una película por rodar de nuestras vidas. Todo lo que acontecerá en él, los rostros que nos visitarán, las experiencias que viviremos, la vida que nos procuremos unos a otros… Todo se irá grabando en este año, sorpresas, dolores, momentos que quisiéramos retener por su intensidad y belleza y esas relaciones que nos van haciendo lo que somos.
El otro día vi la película “El concierto” (Radu Mihaileanu, 2009), merece la pena, nos trae con humor y vivacidad un trozo de la historia de Rusia, nos muestra la capacidad que todo ser humano tiene de sacar lo mejor de sí, nos hace entrar en la hondura y en el poder de redención que alberga la música. Esa joven tocando prodigiosamente el violín al final de la película que es capaz de polarizar la armonía de los demás músicos, de reparar su antigua historia, de hacer que el mejor director de orquesta de la Unión Soviética, relegado a limpiador, pueda volver a recuperar su alma.
Comentando después la película con una amiga ella me decía: “Todos necesitamos un violín que nos inspire”…Recordé, a la vez, la película Invictus (Clint Eastwood, 2009) que había visto con los chavales de bachillerato, como Mandela le decía al capitán del equipo de rugby de Sudáfrica: “necesitamos inspiración”…
El 2 de febrero celebraremos el día de la Vida Consagrada y creo que también nosotros estamos necesitados de “inspiración”, de presentar nuestras vidas tal y como están, como María presentó en el templo la vida recién estrenada de Jesús, y poder decirnos unos a otros palabras que alienten, que tejan sueños, que abran futuro, que nos hagan crecer en humanidad; seguros de que el Violinista nos tiene en su mano.