martes, 23 abril, 2024

RANIERO CANTALAMESSA, CARDENAL DE LA IGLESIA

Buscar nuevos caminos para llegar a nuestros hermanos y hermanas y darles a Cristo

Deseo morir como fraile. El nombramiento de obispo no es un título honorífico, debe ser pastor.

Después de tanto tiempo al servicio de la Palabra, ¿todavía se sigue sorprendiendo?

Desde hace 40 años soy el predicador apostólico de la Casa Pontificia y voy por todo el mundo predicando la Palabra… Cada vez es como si fuera la primera vez porque la Palabra de Dios es siempre la misma, pero el Espíritu la hace entender y la presenta de forma diferente, según las personas que tengo delante. La sorpresa del Espíritu es continua porque hace que las cosas viejas sean nuevas y originales.

¿Cómo recibió Raniero Cantalamessa su designación como cardenal? ¿Cuál fue su primer pensamiento?

Como todos los domingos, cuando no estoy viajando, escucho el Ángelus del Santo Padre y, el domingo 25 de octubre, oí mi nombre en la lista de futuros cardenales. Fue una sorpresa indescriptible, una cosa inesperada y, a decir verdad, en ese momento no pensé en nada porque estaba demasiado confundido por la noticia.

Cuando predica a la casa Pontificia sabe que sus palabras tienen una repercusión universal ¿Se siente libre?

Cuando predico mi mensaje a la Casa Papal, en ese momento es para los presentes, pero entiendo que llega a muchos, en todo el mundo, especialmente ahora que mis meditaciones son transmitidas en vivo tanto en la televisión como en el sitio web del Vaticano. Esto, sin embargo, no me crea problemas, me siento libre de expresar lo que el Espíritu me ha inspirado y, debo decir que incluso los papas (he predicado ante tres papas) nunca me han pedido el texto antes, ni dado temas específicos, siempre me han dejado la máxima libertad.

Usted ha decidido no ordenarse de Obispo… Quiere seguir con «su hábito franciscano». Explíquenos qué es lo que más le llena de la vida consagrada.

Mi petición al Santo Padre de ser dispensado de la consagración episcopal nació de dos razones: continuar siendo un fraile capuchino y la conciencia de que no puedo ser pastor. Convertirme en obispo me habría echado de mi Orden y yo, en cambio, deseo morir como un simple fraile y entonces el nombramiento como obispo no es un título honorífico, es por servicio, tienen que ser pastores y yo, a la edad de 86 años, no podría cuidar una porción del pueblo. Cuando se recibe la llamada a la vida consagrada y se vive durante muchos años (más de 60), el carisma de la propia Orden, en mi caso el carisma franciscano, se convierte en una segunda naturaleza, una especificidad de vivir sobre todo el voto de pobreza y la alegría de la vida fraterna que se convierte en parte integrante de la propia vida y de la que ya no se quiere desprender. Vivir mi vocación capuchino-franciscana en fraternidad satisface mi espíritu.

¿Cuáles cree que son las tareas que tiene por delante la vida consagrada en esta era? ¿Dónde deberíamos incidir?

Creo que la vida consagrada, respetando su carisma inicial, debe caminar al ritmo de los tiempos y las necesidades del mundo de hoy. Los fundadores de los Institutos no recibieron el carisma para ellos mismos, sino para el bien del mundo, por lo que debemos buscar nuevos caminos para llegar a nuestros hermanos y hermanas, para dar a Cristo. Se necesita valor para cerrar obras que hoy en día ya no dicen nada y abrir otras, tal vez más cansadas, menos llamativas y menos provechosas, pero es necesario estar abierto al Espíritu para que el servicio a la Iglesia sea efectivo. Estoy convencido de que al hacerlo, el testimonio también atraerá vocaciones.

¿Qué diagnóstico nos ofrece de la vida comunitaria?

La vida comunitaria siempre ha sido difícil porque el hecho de estar llamado a vivir en un Instituto y tener el mismo carisma en el corazón no te hace inmune a tus limitaciones y defectos que se ponen de manifiesto al vivir en comunidad. Por la experiencia que tengo, las mayores dificultades en la vida religiosa están en mis relaciones con mis hermanos y hermanas porque cuesta mucho renunciar a uno mismo. La vida de comunidad es, por otra parte, una gran riqueza tanto porque podemos poner nuestros talentos al servicio y construir juntos, como porque la fraternidad se convierte en un espejo de la Trinidad, donde el amor circula entre las Tres Personas.

De su inmensa producción bibliográfica seguro que los consagrados lectores de VR son deudores. Yo personalmente, pertenezco a la generación que marcó nuestra entrada en la vida consagrada «La vida en el Señorío de Cristo». Si tuviera que elegir, ¿Cuál de sus libros cree que puede ayudar más a sostener la esperanza de los consagrados?

Muchos de los libros que he escrito pueden tener un impacto positivo en las personas consagradas, pero creo que La vida en el Señorío de Cristo es precisamente el más adecuado. La lectura de libros sobre los votos o la fraternidad o la pertenencia a la Iglesia, sin haber fundado la vida en Cristo, no conduce a nada. Cuando Cristo se convierte verdaderamente en el Señor de su propia vida, todo lo demás viene como consecuencia: ¡Cristo es el centro de la vida cristiana y, más aún, de la vida consagrada!

Muchas congregaciones y órdenes han pospuesto sus capítulos generales por el coronavirus, ¿Qué recomendación hace para ellas el cardenal Cantalamessa? ¿Qué debería ser urgente abordar en la vida consagrada de nuestro tiempo?

Creo que el aplazamiento de los capítulos fue una señal de prudencia, dada la pandemia, y no habría sido conveniente tener un movimiento de personas y también una reunión de religiosos de diferentes países. Lo importante es que no se pierda la comunión de las diversas casas y provincias y hay medios multimedia que ayudan a ello: ¡nadie dentro de un Instituto debe convertirse en una isla! Los religiosos deben ser un signo de responsabilidad respetando las normas que se dan, pero un signo de esperanza porque saben que Cristo está aquí, en este mundo atormentado, está aquí para sufrir con los que sufren, está aquí para ayudarnos a salir de la pandemia. Su cercanía debe ser para hacer que la presencia de Cristo esté viva en el entorno en el que viven y trabajan.

Finalmente, ¿dónde apoya su ánimo y esperanza Raniero Cantalamessa? ¿Díganos cómo puede crecer la confianza en el Espíritu que guía al mundo y la Iglesia?

Bueno, creo que mi respuesta ya está clara aquí: ¡en Cristo! Cada día debemos vivir entregándonos a Él, a su Espíritu, sin hacer planes, pero llevando a cabo sus planes que son siempre planes de amor. Una gran “Fe” es necesaria, pero es lo que nos salva: todo lo que sucede es para el bien, tal vez en el presente no se ve, solo hay mal, pero hay bien porque Dios es amor y desea la felicidad de sus criaturas, felicidad que, ciertamente, no es de esta tierra, sino de la realidad celestial.

Una última palabra… me atrevo a decir que la vida consagrada está llamada a dar testimonio de esta felicidad futura centrada solo en la Trinidad, mostrando al mundo que todo es superfluo, todo pasa, solo Dios-Amor permanece.

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