Este es el título de un libor delicioso de Manuel Rivas, muy recomendable para todos (si lees esto Juan Rubio, hermano bloguero, no te lo pierdas).
Son pequeños relatos que nos hablan de amor, de muchos tipos de amor, mezclados, entrelazados, preciosistas. Te van llegando a los sentidos más profundos que te trasladan a olores, a memorias visuales, a colores, a voces, a roces, a regustos y a personas. Tiene esa gran pontencialidad de la buena literatura de dibujar en los sueños con trazo fino y vaporoso, sedimentando lo esencial.
Y no tiene mucho que ver (o sí) y me pregunto por qué muchas homilías (o catequesis, o artículos, o clases, o documentos pontificios, o capítulos, o…) no pueden transitar por esta esencialidad amorosa tan humana que es divina, por esta divinidad encarnada amorosamente. Claro oscuro delicioso que se percibe en muchas partes de la Palabra de Dios, en Dios mismo, en nosotros.
Ya lo he leído Miguel. Cuando salió, hace ya años. Es un buen libro…..