¿Qué hacéis de extraordinario?

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En el último domingo antes de comenzar el camino hacia la Pascua nos encontramos con un evangelio duro que nos sitúa en los máximos del seguimiento.

Son dichos fuertes de Jesús que nos desinstalan de lo que somos y vamos haciendo. Son la cara poco transitada del Reino por muchos de nosotros y camino de vida para algunos.

No devolver mal por mal, amar (no tolerar) a los enemigos, poner otras mejillas… No creo que se trate de renunciar a la humanidad que se fue ganando a pulso con el pasar de los años en las declaraciones de derechos humanos y convenciones, ni de ser unos pusilánimes, sino de hacer lo extraordinario en lo ordinario de la vida.

Saber que existen otras opciones distintas a la venganza rápida o lenta, tejer redes de cercanía entre los que consideramos malos (Dios hace salir la lluvia y el sol para todos), empeñarse en lo distinto pacífico que calme la violencia gratuita que tantas veces nos asalta por dentro y por fuera.

No es fácil, pero tampoco es imposible. Hay muchos hombres y mujeres que despliegan su vida desde la sencillez y la oportunidad regalada de volver a empezar siempre. El perdón se aprende, como el amor y tantas otras cosas. Es un ejercicio y no solo algo pasivo.

Estamos necesitados de gestos que visibilicen que el evangelio es posible también desde aquí. Estamos capacitados para ello aunque nos cueste y no lo hagamos muchas veces.

Somos capaces de hacer cosas extraordinarias en lo ordinario cotidiano si nos situamos en otra óptica distinta al poder o al tener o al aparentar. Poco a poco….

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