«Os conviene que yo me vaya»

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1978

 La audacia del Papa «místico»
En su última Cena Jesús sorprendió a sus discípulos con unas palabras que nadie se esperaba: “Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy no vendrá a vosotros el Paráclito” (Jn 16,7). Después de haberles lavado los pies a los discípulos, Pedro y los demás se vieron sorprendidos por esta noticia-bomba de Jesús: “Os conviene que yo me vaya”. El Misionero del Abbá ¡dimitía! Les comunicaba que cesaba su acción y comenzaba ya su pasión. Jesús inició una última fase: orar y padecer y morir tras las palabras: “Está cumplido” (Jn 19, 30). Pedro y los demás podrían arguir: Maestro, si apenas has cumplido un trienio de misión profética y ¿ya te vas? Les resultaba muy difícil comprender ésto y otras cosas. “¡Os conviene!. Ellos se entristecieron. Jesús, sin embargo, comenzó a hablarles del Espíritu, el Nuevo Enviado. Por eso, cuando llegó el momento, “inclinando la cabeza, entregó el Espíritu” (Jn 19, 30). Algo semejante está ocurriendo con el Papa “místico”, Benedicto XVI.
El Papa del siglo XXI: ¡un místico!
No sé si me equivoco, pero creo que le ha sido concedido al papa Benedicto XVI vivir su pontificado como una auténtica gracia “mística”. Ya desde el principio se sintió envuelto en una especie de aura mística. ¿No lo revelan estos textos entrañables, entresacados de su homilía en la plaza de San Pedro, el 24 de abril de 2005 para iniciar su ministerio?
Y ahora, en este momento, yo, débil siervo de Dios, he de asumir este cometido inaudito, que supera realmente toda capacidad humana. ¿Cómo puedo hacerlo? ¿Cómo seré capaz de llevarlo a cabo? …(…) la Iglesia está viva… Y la Iglesia es joven. Ella lleva en sí misma el futuro del mundo y, por tanto, indica también a cada uno de nosotros la vía hacia el futuro (…) Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino de ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia.
Queridos amigos, en este momento sólo puedo decir: rogad por mí, para que aprenda a amar cada vez más al Señor, (…) a la Santa Iglesia y a cada uno de vosotros.(…) Rogad por mí, para que, por miedo, no huya ante los lobos (…).
Siete o casi ocho años después, Benedicto XVI, se identifica con el Buen Pastor cuando dijo: “Os conviene que yo me vaya”. Éstas han sido sus palabras en el Consistorio del 10 de febrero 2013:
Os he convocado a este Consistorio (…) para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino… En el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado (…) Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor (…). Por lo que a mí respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.
Nos ha sorprendido el papa Benedicto XVI con su renuncia. No estábamos acostumbrados a decisiones así. A pesar de su debilidad, se ha mostrado muy audaz. Si lo hubiera consultado tal vez no pocos le habrían aconsejado que permaneciera. Él ha mostrado la audacia del Espíritu.
Su pontificado lo ha situado en un estado místico: ha sido un pastor que ha cargado sobre sí la vergüenza de los casos de pederastia, la corrupción de las finanzas, los vatileaks, las traiciones internas… Dada su sensibilidad hacia la belleza, ¡cuánto horror no habrá sentido ante tanta fealdad! Y sin embargo, aparecía en tantas celebraciones tan sereno, tan sencillo…
A veces en las celebraciones contemplaba de tal modo el Misterio que parecía “ido”, como si Otro las presidiera. Parecía perdido en los grandes escenarios y trataba siempre de crear un “escenario interior”, de “abrir la puerta secreta” que lleva al Misterio. Su vida personal ha estado implicada en su ministerio. Tantas veces me recordaba a Pablo en sus cartas. Otras veces, al mismo Jesús.
Su ministerio ha convertido su inteligencia en sabiduría emocional. La teología más sublime ha sido traducida en la catequesis más cordial e inteligible. Ha sido un místico sin misticismos. Sabía mirar compasivamente a sus hermanos y hermanas sin -por eso- desviar su mirada del Dios misterioso. El Papa místico deja tras él una estela “mística” que nos irá envolviendo cada vez más: ¡es el Espíritu Santo que se derrama a través de su ministerio en nuestros corazones!
“Os conviene que yo me vaya”… pero, Abbá, “guárdalos del Maligno” (Jn 17, 15)
Ahora confiamos a la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, nuestro Señor Jesucristo!
¡Qué palabras tan bellas! Vamos a experimentar durante unos días lo que es “una Iglesia sin Papa”. El mismo Papa va a dejar de serlo. Y en la liturgia, cuando llegue el momento, no tendremos nombre que mencionar. Nuestro Papa será desde el 28 de febrero de 2013 a las 20.00 horas, hasta el momento de la elección de un nuevo papa, ¡Jesucristo!, ¡el Sumo Pastor! ¡El Espíritu de Jesús y del Abbá! Será otro sábado santo eclesial. Y María estará aquí con nosotros, convertida en Iglesia orante en todas las iglesias locales, suplicando y ahuyentando demonios.
De seguro que aparecerá en estos días el Maligno. Jesús estaba muy convencido de su presencia y de la necesidad de orar al Abbá que ¡nos libre del Maligno! El Maligno se reviste de ángel de luz (¡es Lucifer!), es el padre de la mentira y del engaño. El Maligno llevará a no pocos a decir “os conviene que yo no me vaya”, sino “os conviene que yo me imponga”. El Maligno bloquea la conversión pastoral, está presente en todas las maquinaciones interesadas, se reviste de “espiritualismos ávidos de poder”, de “humildades trepadoras”. Por eso, Jesús rogó al Abbá al final de la última Cena: ¡Guárdalos del Maligno!
Hemos de orar mucho en estos días para que el Espíritu venza a las sombras, para que los lobos con piel de oveja sean detectados y vencidos. Hemos de orar mucho para que quienes “conviene que se vayan” ¡se vayan! y permitan la emergencia de una Iglesia nueva, Iglesia de nuevos evangelizadores, Iglesia con nuevas ideas, Iglesia de creyentes y no de dogmáticos fundamentalistas, Iglesia de los pobres y no de los aliados con los poderes fácticos.
La Iglesia soñada del siglo XXI: el cristianismo místico
Me impresiona la Meditación que Benedicto XVI dirigió a los Padres del Sínodo el lunes, 8 de octubre del 2012 tras la Oración de Tercia. Allí decía:
Nosotros no podemos hacer la Iglesia, podemos sólo dar a conocer lo que ha hecho Él. La Iglesia no empieza con el «hacer» nuestro, sino con el «hacer» y el «hablar» de Dios (…).Por eso es importante saber siempre que la primera palabra, la iniciativa verdadera, la actividad verdadera viene de Dios y sólo si entramos en esta iniciativa divina, sólo si imploramos esta iniciativa divina, podremos también ser – con Él y en Él – evangelizadores. Dios es el principio siempre, y siempre sólo Él puede hacer Pentecostés, puede crear la Iglesia, puede mostrar la realidad de su estar con nosotros. Pero, por otro lado, este Dios, que es siempre el principio, también quiere nuestra participación, quiere que participemos con nuestra actividad (…)Por tanto, cuando hacemos nosotros la nueva evangelización es siempre cooperación con Dios (…) A través de la «Confessio» y la «caritas» Dios nos hace partícipes, nos hace obrar con Él, en Él y para la humanidad (…) La «Confessio» lleva en sí el elemento martirológico, el elemento de dar testimonio ante las instancias enemigas de la fe, dar testimonio incluso en situaciones de pasión y de peligro de muerte. A la confesión cristiana pertenece esencialmente la disponibilidad al sufrimiento: esto me parece muy importante…«Confessio» es la primera columna de la evangelización. La segunda es «caritas», es amor. Sólo así es realmente el reflejo de la verdad divina, que, como verdad, es inseparablemente también amor, es ardor, es llama, enciende a los demás… El cristiano no debe ser tibio. El Apocalipsis nos dice que este es el mayor peligro del cristiano: que no diga no, sino un sí muy tibio. Esta tibieza desacredita al cristianismo. La fe tiene que ser en nosotros llama del amor, una llama que realmente encienda mi ser, que sea una gran pasión de mi ser, y así encienda al próximo. Este es el modo de la evangelización… (…) El fuego de Dios es un fuego que transforma, fuego de pasión – por supuesto – que también destruye mucho en nosotros, que lleva a Dios, pero es sobre todo un fuego que transforma, renueva y crea una novedad del hombre, que se vuelve luz en Dios.
Nos encontramos en un momento decisivo. Yo agradezco al Papa místico su audacia, pero también su legado. Su persona se ha convertido en estos siete años en una transparencia del Misterio. Ha sido purificada por el sufrimiento y se ha vuelto irradiante, contagiosa, un hombre de luz.
Tal vez, haya personas oprimidas por sus resentimientos, personas atrapadas por un pasado que no son capaces de superar y que no lo perdonan. Benedicto XVI nos ha pedido perdón por sus defectos. ¿Quién no los tiene? ¡Todos estamos marcados por nuestra historia, por el pecado que en nosotros encuentra complicidad!
¡Estamos de paso! Lo importante es sembrar flores. Y Benedicto XVI nos ha sembrado un jardín. Gracias, muchas gracias al Papa “místico” y perdón por nuestras críticas y desafectos.
De seguro que desde tu retiro conventual, desde tu silencio orante, seguirás despidiendo el aroma de tu inmenso jardín interior. No pocos percibirán, cuando se acerquen al Vaticano, que allá -sin anillo-, en aquel humilde convento, alguien habita ya la séptima Morada.