Últimamente se ha puesto de moda el término post-verdad, entronizado como palabra del año por el “Diccionario de Oxford”. ¿Qué se quiere decir con este neologismo? Todas las explicaciones apuntan hacia la relevancia de las emociones. Se vota más con las vísceras y por intuición que por la lógica y la búsqueda de buenas razones. Y así se explican algunos resultados (presidencia de Estados Unidos, salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, etc.).
Literalmente “post-verdad” indica que estamos más allá de la verdad, que la verdad está superada, es algo pasado, algo que no importa. No importa conocer la realidad y actuar en función de la misma, sino que importa imbuir una serie de sentimientos en las personas para que actúen en función de los ocultos intereses del manipulador. Si esto es así, corremos el riesgo de que nuestras decisiones estén guiadas por la mentira. Si “lo no real” es la norma, o si solo importan los intereses (sobre todo económicos), entonces necesariamente estamos abocados a la nada, al caos, al descontrol, a la catástrofe. Y eso vale en todos los ámbitos: políticos, religiosos, morales, científicos.
El cristiano, precisamente porque cree en un Dios, que es Verdad, sabe que este mundo está bien fundamentado y es inteligible, tiene una orientación y una meta buena. La verdad nos precede. Contra ella nada pueden los violentos o los poderosos que desprecian al pobre y al humilde. Como bien dice bien González de Cardedal, “la verdad es el amparo de los humildes, el único refugio frente a la insolencia de los poderosos que desde el poder deciden la verdad”. O mejor: deciden la post-verdad. Porque la verdad no la decide ningún poder (religioso, civil o militar). Se impone por sí misma, porque siempre está llena de luz. La luz y la verdad son correlativas (cf. Jn 3,21).
Veritas es un lema propio de los dominicos. Ellas y ellos se consideran predicadores de la verdad. La apariencia de la post-verdad nos hace caer en la cuenta de que para ser predicador de la verdad hace falta estar bien informado, ser lúcido, estar atento, ser perspicaz, dedicar muchas horas al diálogo, al estudio y a la reflexión. Predicar la verdad ni se improvisa ni es solo asunto de buena voluntad. “La verdad os hará libres”, dijo Jesús. Libres y valientes. Valientes e invencibles.