¿POR QUÉ DECIMOS PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO?

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Ahora que se acerca la fiesta de Navidad, en la que celebramos el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, puede resultar interesante preguntarnos por qué decimos, en la oración que Jesús nos enseñó, que el Padre “está en el cielo”. Puede ser interesante porque esta expresión nos remite a la doble dimensión de la divinidad que implica el misterio de la Encarnación, a saber, que Dios es a la vez trascendente e inmanente. Dicho de otra manera: Dios es “el totalmente otro”, el que supera todo lo que podemos decir e imaginar, el que está “en otra dimensión”; y a la vez, es cercano, próximo, hasta el punto de que se hace uno de nosotros. Su inmanencia no anula su trascendencia, y su trascendencia no impide su inmanencia. Vamos, pues con el significa que tiene la afirmación del Padre nuestro “que estás en el cielo”. La explicación que ofrezco a continuación no sólo está directamente inspirada en Tomás de Aquino, sino que utiliza en gran parte sus palabras literales.

Por parte, decimos “que estás en el cielo” contra los que, al orar, se representan y elaboran de Dios toda suerte de fantasías materiales. Por eso se dice que está en el cielo, porque como está muy por encima de las cosas sensibles, muestra así la grandeza de Dios que todo lo supera, incluso la inteligencia y los anhelos de los hombres; así, todo lo que se puede pensar o desear queda por debajo de Dios. Por lo cual se dice en Job: “Sí, Dios es grande y no lo comprendemos” (36,26); en los Salmos: “El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre el cielo” (112,4); y en Isaías: “¿Con quién asemejaréis a Dios?” (40,16).

Por otra, la familiaridad de Dios se nos muestra si por “cielo” entendemos “los santos”. Como a causa de su sublimidad algunos dijeron que no se ocupa de las cosas humanas, conviene considerar su proximidad, aún más, su intimidad con nosotros; por esto se dice que está en el cielo, es decir, en los santos, que es lo que significa, como aparece en los Salmos: “El cielo proclama la gloria de Dios” (18,2) y en Jeremías: “Tú estás entre nosotros, Señor” (14,9).

Resumo con otras palabras la doble explicación de Tomás de Aquino. El cielo indica la trascendencia de Dios, la imposibilidad de representarlo con nada material ni terreno. Y el cielo significa la santidad, la limpieza de corazón en la que Dios se hace presente. El Dios que es superior a todo, es también más íntimo que nuestra intimidad; y aquellos que viven una vida santa pueden experimentar, aunque sea pobremente, que Dios les acompaña en su vida porque en sus corazones se derrama el Espíritu Santo. Ellos son el cielo en el que Dios habita.