Disfruto paseándome y escuchando las explicaciones sin prisa de los libreros, fijándome en la gente que, como yo, mira pausadamente todo tipo de libros, o en quienes recorren puesto a puesto preguntando “si tienen libros de pitufos”. Muchos son expositores “estándar” (esos que tienen todos los libros que se han convertido en best-seller últimamente… o que esperan serlo) pero otros muchos te permiten descubrir y asombrarte ante la variedad de gustos: cartografía, deportes minoritarios, historia, libros sefardís, facsímiles… pluralidad.
El viernes pensaba que así debería ser la Vida Religiosa (y cristiana, ¡por supuesto!), capaz de asumir en su interior la inmensa pluralidad de carismas personales, formas de ser y estilos bajo el mismo paraguas del seguimiento de Jesucristo, de la misma Congregación. Aceptar en la práctica que la variedad nos enriquece y que no es contradictorio estar en el mismo lugar vendiendo la última novela de Pérez Reverte junto con un libro sobre cábala medieval… porque ¿qué interés tendría la feria del libro si no fuera así?