Me reconocerán que el título de este artículo es sonoro, enigmático y hasta un poco oscuro. Vayamos por partes.
Y el punto de partida es, como casi siempre, la distancia que hay entre las grandes propuestas y las íntimas vivencias. Entre los principios teóricamente incuestionables y la experiencia personal por la que pasamos esos principios. Hace no muchos días, dando una conferencia en México, comprobé una vez más, que cada quién escucha y se siente confirmado o respaldado en lo que está viviendo. Una de las preguntas afirmó: “como Usted ha dicho…”, y, evidentemente, nada tenía que ver con lo que yo expresé.
Si pensamos, por ejemplo, en la pertenencia, nos encontramos con un término profundamente polisémico. Siendo una identificación subjetiva que un individuo experimenta respecto a un grupo, en realidad, se convierte en una experiencia muy personal desde la que interpretamos y hasta juzgamos lo que vemos en los demás. A los más clásicos y los que se sienten “propietarios” del “invento” les gusta la palabra pertenencia. La usan y proponen; la lanzan e interrogan sobre ella… pero es una palabra frecuentemente contaminada, cargada de la propia experiencia y búsqueda de seguridad que se ve “agredida” por quien no la siente exactamente igual.
Por otra parte, liminalidad no es una expresión más clara. Ni mucho menos. Viene a significar estar en un umbral, entre una cosa que se ha ido y otra que está por llegar. Así, afirmar que la vida consagrada es una propuesta de vida liminal quiere decir que es una vida en camino, sostenida por unos valores que sobrepasan exageradamente todo cálculo racional. Por eso, es una forma de seguimiento de Jesús que se sitúa en lo poético, lo utópico, lo subversivo, lo no convencional, lo sorprendente y poco frecuente. Por eso sabe a Reino. Por eso convence cuando tiene esos ingredientes y cuando los pierde se desvanece y se reduce a supervivencia que, aunque se sostiene, arrastra peligrosamente los pies.
Si unimos las dos expresiones llegamos al título de este artículo; pertenencia liminal. Y ahí, en medio de una expresión tan críptica, intuyo una salida experiencial, nueva y capaz de devolver una vida que, a mi modo de ver, se va perdiendo.
El punto de llegada no puede ser un “rompan filas” y que cada quien discurra por su intuición. Tampoco, evidentemente, formular nuevos decálogos que atornillen usos y costumbres para que, muy tranquilos o tranquilas, nos acostemos cada noche porque ya cumplimos casi todo. El punto de llegada es el discipulado. Esa experiencia radical de transformación personal que solo aparece cuando uno está enamorado del proyecto, el Reino, y de una persona, Jesús. Y esta experiencia de amor ha de ser expuesta y compartida responsablemente y con claridad. Saber por quién se está ofrece fiabilidad y felicidad a aquello que uno hace.
La experiencia de discipulado lo primero que provoca en tu vida es la serenidad de creerte, de asumir tu historia y encontrar la valentía de empezar una historia nueva: La tuya. Esa es tu pertenencia, a una causa, no a una costumbre más o menos pactada. Eres tú quien ha de compartir las líneas fuertes de tu pertenencia y esas te las va a dar tu experiencia de persona enamorada.
Pero además, está el matiz con mucha fuerza de ser una pertenencia liminal. Es decir, siempre en vértigo, en búsqueda, en crecimiento. Liminal nos pide a los consagrados recuperar un espacio institucionalmente perdido, que es el riesgo, e individualmente silenciado, que es el testimonio. No se sostiene, ni tiene futuro una vida consagrada que se gaste haciendo números, proyectos o estatutos… tiene futuro un estilo de vida que rompa el círculo vicioso del consumo de textos para aventurarse en la propuesta de vida de aquello que está presente en quienes descubren en el Evangelio su itinerario de libertad y felicidad. Es liminal cuando apunta a lo no previsto, a lo no calculado, a la sorpresa de un Dios que sigue optando por el débil, por el que no cuenta… aquel que los prácticos señalan como no valioso o poco productivo.
Estimo que un proyecto de vida así, es atractivo. Así tendría que titularse el artículo. Una propuesta de vida atractiva. El proceso para descubrirlo y comprometerse con ello es el fortalecimiento de cada persona, el liderazgo interior. Y se tiene cuando se dan pasos. Pequeños pero valientes. Cuando se opta por la claridad, se ignora el miedo a la crítica, se escucha el consejo sincero y se pone tierra por medio cuando tu persona no es valorada. La pertenencia que menos pertenece es aquella que se asume cuando no queda más remedio. Esa es letal.