Permaneciendo…

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La cosa va de viñas y sarmientos. De alimentarse, de vivir, de nutrirse. Jesús hace aparecer como evidente lo que a nosotros nos parece algo difícil de conseguir: el dar fruto, el regalar vida.

No se trata de hacer grandes cálculos o de pedir grandes cosas, sólo se trata de permanecer, de morar, de disfrutar de la vida que nos es regalada porque también nos es dado el formar parte de la viña.

Quien poda es el viñador, el Padre, y lo hace para que demos más fruto. No como castigos impuestos o pruebas de concurso barato y mal realizado; no como ascesis impuesta (presunción y competición) sino como don de Dios, como lectura diversa de lo que vivimos, como búsqueda de la justicia del Reino y, sobre todo, como confianza en esa «añadidura» que no solemos percibir o que no nos da la gana de esperar (mejor calculo yo todo, pros y contras, y luego ya veremos) No es cálculo de los efectos que se desprenden de una causa (externa o interna) sino capacidad de permanencia, de espera, de vida, de frutos que no son nuestros sino de la Viña y del Viñador… Permaneciendo

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