PASSE-VITE

0
1269

(Card. José Tolentino de Mendonça).La patente de este utensilio de cocina data de 1928, a nombre del inventor belga Víctor Simón, pero el famoso rallador de acero inoxidable está más o menos universalizado por dos razones: pasa rápidamente la comida y la deja con una consistencia que facilita la deglución. La verdad es que hace pensar el ‘Passe-vite’.

De hecho, no son solo las verduras las que giran a gran velocidad entre las hélices del rallador. Pensando en la propia vida podemos decir que una de sus características es esta: en su tráfico frágil, fascinante e ineludible, pasa rápidamente. Tengo un grupo de amigos que, por esta razón, se autodenominaron «Passe-vite». Se cruzaron en la universidad, cimentaron la amistad en la escuela de la vida, el voluntariado social y maduraron sus propias elecciones al compartir la fe y la solidaridad. Se han estado reuniendo durante años de forma regular, se encuentran a gusto juntos y solo quieren regar las raíces de su futuro común, porque la inspiración que los alienta es que pueden vivir juntos en la vejez (en la misma casa, en el mismo hogar, en la misma balsa). Un día me invitaron a una de esas reuniones sin ninguna razón en particular: simplemente querían estar, estar con la persona, en lugar de hablar y escuchar sobre un tema. Fue entonces cuando me explicaron riendo su proyecto, y me dijeron que se llaman así, «porque la vida pasa deprisa (passe-vite) y cuando lleguen a ser comunidad de ancianos, tendrán que comer la comida bien «pasada»». Al principio, me reí con ellos hasta las lágrimas por su locura y sabia ligereza, pero luego me quedé solo con lágrimas, porque ese «grupo de jóvenes adultos», que aparentemente no querían nada, finalmente me estaba mostrando profundidades oceánicas de la vida.

Cada uno de nosotros envejece a su manera, con su propio estilo y sus límites, sus contextos y sus sueños, pero tenemos mucho que aprender unos de otros. Y la verdad es que hablamos poco al respecto o, al menos, no lo suficiente y abiertamente. La vejez presenta preguntas y dilemas específicos, pero es mucho más que una imagen estereotipada. En medio de tanta transformación que conlleva la vejez, nos permite enfrentar no solo la pérdida sino también el amor; no solo la soledad, sino también nuevas formas de presencia y compañía; no solo el aumento de las necesidades, sino también el aroma gratuito del regalo. La vejez puede ser una oportunidad para vivir de una manera más reconciliada, pacífica, espiritual y atenta, en fidelidad a este arte que se nos confía que es decir y redimir el amor infinitamente.