Pan, circo y confundir a Dios con el poder caprichoso y ostentoso. Las grandes tentaciones-entretenimiento por las que también nosotros caminamos en los desiertos poblados que habitamos.
Jesús no fue ajeno a ninguna de ellas. Lo espectacular también le mostró su rostro seductor: todos los reinos de la tierra opuestos a ese Reino frágil y que pone al revés los caprichos de los poderosos. El acceso a un pan que deja a los demás sin alimento, un pan «Mio» que anula a ese «pan nuestro» que nos regala el Padre común (pan alimento y pan comunión). La petición desmedida y exagerada que quiere hacer de Dios el que cumple todos nuestros deseos, un genio encerrado en una lámpara.
La Cuaresma, de la mano del Espíritu, es el tiempo propicio para ponernos en el camino del Evangelio: gratuidad, confianza, providencia, olvido de uno mismo… Las antípodas de todos los intereses privados y privativos que nos salen al encuentro de manera sutil o grosera y que nos hacen promesas de felicidad.
Camino de sencillez a contracorriente que rechaza la facilidad engañosa del pan, circo y un Dios caprichoso a nuestro servicio.