“OS CONVIENE QUE YO ME VAYA”: o ¿resistencia anti-Pentecostés?

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Celebrar Pentecostés puede y debe ser más revolucionario de lo que pensamos. No es solo una fiesta litúrgica. Abrir las puertas al Espíritu es muy desestabilizador. En Pentecostés siempre ocurre algo para  quienes son sensibles a los movimientos del Espíritu Santo. Pentecostés es terremoto, viento fuerte, llamaradas de fuego, sonido ensordecedor. No es un ritual de bendición del “statu quo”.

Pentecostés se anticipó cuando Benedicto XVI reconoció humildemente “os conviene que yo me vaya” y dejó espacio para una nueva actuación del Espíritu Santo. Pentecostés se anticipa cuando en unas elecciones europeas se hace más evidente la lucha entre quienes dicen: ”os conviene que sigamos gobernando” o las alternativas políticas que luchan por una Europa de las no-exclusiones, de la comunión de los diferentes. Tanto en el ámbito político, como eclesial, como religioso, vemos personas que se mantienen en sus cargos de poder -estirando al máximo las normas del derecho- y bloquean la venida del Espíritu renovador. Son los siniestros personajes del anti-Pentecostés, aunque probablemente”no sepan lo que hacen”, aunque estén haciendo muy dura la vida en este planeta, en esta nación, en esta iglesia, o en esta congregación.

El humilde Jesús

Jesús no dijo “os conviene que yo me quede”, ni tampoco “me conviene irme”. El humilde Jesús dejó su “ego” de lado. Era consciente de haber cumplido su servicio y que había llegado el momento de crear espacio para el siguiente, es decir, para el Espíritu Santo. Jesús no dijo “os conviene que yo me vaya para que venga mi vicario, Pedro”, o “… para que mi Iglesia continúe mi misión”.

Jesús presenta el futuro inmediato como el futuro del Espíritu Santo. De la misión del Espíritu surgirá la Iglesia y cada uno de sus carismas y ministerios.

Por otra parte, Jesús no dijo las palabras “conviene que yo me vaya” para evitar problemas, para recluirse en un pacífico retiro; su último servicio consistió en entregar su Cuerpo y su Sangre por todos. La última fase de su misión no consistió en esperar para recibir “medallas”, actos de reconocimiento y agradecimiento por la obra realizada, sino que ”fue crucificado entre dos ladrones”. Cuando Jesús nos entregó su Espíritu, Éste penetró en el corazón y el cuerpo de quienes esperaban en oración el cumplimiento de la Promesa. Jesús sabía que su misión no necesitaba reconocimientos, sino penetrar profundamente en el mundo y en el corazón de la gente. Y ésto sería posible si su Espíritu se derramaba sobre mujeres y hombres, ancianos y jóvenes, sobre toda carne.

“Os conviene que siga por más tiempo”

La Iglesia necesita más movilidad interior, más alternativas, más libertad de pensamiento. Hemos de acabar con la teologías que justifican la permanencia excesiva en puestos de mando o poder, que justifican repetir con un cierto fundamentalismo el pasado para responder a las nuevas preguntas del presente y, por tanto, mantienen a quienes esto enseñan y evitan el cambio de paradigma que el Espíritu nos pide. Hay quienes se muestran muy humildes cuando reciben un cargo e incluso se confiesan “indignos”, pero cuando llega el momento de retirarse retuercen su humildad diciendo “os conviene que yo siga todavía más tiempo… asumiré esta cruz hasta el final”. Sin darse cuenta, tal vez, cierran las puertas al Espíritu para que pueda elegir a otra persona “indigna” como ocurrió con ellos o ellas para continuar con nuevo impulso su renovación del mundo.

El Papa Francisco acaba de hablar de que así como hay tantos obispos eméritos, pueda también haber “papas eméritos”. Lo mismo se dirá de “párrocos eméritos”, de “superiores/as generales eméritos”.

El Espíritu Santo no se somete a la dictadura de las fechas. Aunque nuestras normas digan que un cargo ha de durar seis años y pueda ser prolongado por otros seis, eso no quiere decir que haya que recompensar a quien lo ha hecho bien en los primeros 6 años con otros seis, ni siquiera que haya que cumplir, por lo menos seis años. Apenas habían pasado tres años y Jesús ya dijo “os conviene que yo me vaya” y, además, el evangelista nos dice que la tristeza se apoderó de los discípulos. Jesús confiaba totalmente en el Abbá y en la misión del Espíritu Santo.

Cuando los poderes se perpetúan en las manos de determinadas personas y de sus clanes de amigos o amigas, cuando se crean lobbies de poder para dominar a “los otros”, la corrupción emerge, los malos espíritus rigen a los grupos. Ya sabemos que los malos espíritus siempre aparecen como “ángeles de luz” y es muy difícil discernir que lo son. Mucha gente los confunde. Cuando llegan los verdaderos ángeles, entonces reconocen el error.

Hacer posibles nuevos Pentecostés

No habrá Pentecostés en las Iglesias locales, en los movimientos eclesiales, en los institutos religiosos o de vida consagrada, si se le impide al Espíritu venir, aparecer, soplar como quiera, donde quiera y por el tiempo que quiera. Necesitamos todos entrar en serios procesos de discernimiento de espíritus, discernimientos comunitarios, que nos lleven a descubrir “la verdad del otro”, a adorar en el otro, el diferente “el Dios que me falta a mí”.  Hay personas que se han vuelto sordas a la voz de Dios que nos habla en los diferentes, ciegas ante la luz que el Espíritu desprende a través de quienes no son como yo. Sin discernimiento de espíritus y del Espíritu bloqueamos todos los caminos de futuro.

El Papa Francisco nos dice frecuentemente que pidamos y oremos mucho por él. Yo creo que llega el momento en que “hemos de dar muchas gracias por él”. Está siendo dócil al Espíritu y, por eso, los dóciles a otros espíritus se encuentran tan descolocados.

También hemos de dar gracias por quienes en la sociedad luchan contra las castas que de una u otra forma se imponen a las comunidades humanas y las esclavizan, por quienes confían en que puede cambiar la realidad social y política. Y hemos de dar gracias por esas personas ejemplares dentro de la Iglesia que se atienen a los plazos del Espíritu y después se diluyen como la buena sal, como la luz. Esas personas sí que son “sal de la tierra” y “luz del mundo”.

Llega Pentecostés y de seguro que algo ocurrirá. El Espíritu Santo es mucho más poderoso de lo que imaginamos. La cuestión es, ¿dónde y para quiénes esto acontecerá? Con María y la comunidad del cenáculo oremos y dejémonos sorprender.