NÚMERO DE OCTUBRE REVISTA VR

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portadaoctubre-2La vida consagrada y la cruz

Los carismas son dones del Espíritu. Libres, ágiles, sorprendentes y subversivos. En cada tiempo y circunstancia, aparecen, se renuevan y recuerdan con especial frescura la «sed de reino» que la humanidad padece.

No son quienes resuelven los problemas. Mucho menos quienes compiten por ofrecer lo más cualificado y perfecto. No congregan los carismas «lo sabio y poderoso del mundo», todo lo contrario. Sin embargo, siempre están apoyando allí donde se sueña una solución o se fragua la solidaridad o se comparte una mesa.

Nuestros contextos, cuanto más perfectos, son más expertos en huir del sufrimiento. Consciente o inconscientemente se busca aquello que haga la vida fácil, o incluso, que todo pueda tenerse bajo control. Cuando así actuamos, lo que viene a ocurrir es que nos des-conectamos de la realidad porque en ésta, siempre está presente lo inesperado, el sufrimiento y la cruz. También la sorpresa.

La Iglesia acaba de canonizar a Teresa de Calcuta. Es mucho más que un nombre en el santoral. Recoge y refleja este tiempo. Es el contraste, la sorpresa, la fragilidad de quien tiene sed de Dios, es la pequeñez como icono de la misericordia. Inspiradora de nuevas familias religiosas, nos ofrece para esta etapa de la historia, un trayecto inspirador para todas las congregaciones y órdenes: de oriente a occidente. Y también un aviso a nuestras estructuras y proyectos: antes la persona que la organización.

No ha hecho grande a la pequeña Teresa de Calcuta su amor a los pobres, sino cómo ha convertido la pobreza en el lugar teológico de la consagración. Sus palabras, su duro combate de la fe, ha dejado la certeza de que no hay otro itinerario de consagración en este siglo, sino compartir al pie de la cruz.

Refresca, sin duda alguna, toda la vida consagrada. Agiliza las estructuras que se han atascado en lo imposible, abre puertas, caminos y posibilidades. Es el anuncio explícito de la misericordia sin preguntas, al estilo de Jesús, para quienes claman, sufren o esperan. Es también la palabra con mordiente que denuncia las sociedades satisfechas, y también a las congregaciones y órdenes muy preocupadas de lo propio. Es una llamada de atención a quienes tenemos claro lo que hay que hacer porque quien está totalmente en las manos de Dios vive la experiencia de la duda que es la que da paso a la visión.

Está Teresa de Calcuta visible en sus misioneras y misioneros. Nos cuestionan sus presencias y gestos de radicalidad; nos interrogan sus ascesis y decisiones contraculturales. Nos conmueven cuando los vemos presentes, silenciosos, pobres, en los márgenes de nuestro mundo. Donde no hay noticia, ni focos, ni publicidad, ni resonancia. Teresa de Calcuta, Madre Teresa, Santa Teresa, irrumpe entre los santos con la misma fragilidad con que vivió, sin violentar nuestra paz, nos pregunta, a ti y a mí, si lo nuestro no es, sencillamente, ayudar a cargar con la cruz. La de cada día.