«Lo que tenga que ser y cómo haya de ser la vida consagrada en la Iglesia del futuro, depende fundamentalmente de tres factores:
1º, El futuro de la vida consagrada depende en primer lugar de la naturaleza misma de la vida consagrada, de su ser cristiano y eclesial, de su lugar y su función específica en el conjunto y en la vida de la Iglesia.
2º, En segundo lugar depende de las características culturales del momento y del lugar en que se vaya realizando. La evolución y las diferencias culturales de la humanidad llevan consigo sensibilidades y posibilidades diferentes en la interpretación y realización del mensaje de Jesús. Se trata de variaciones secundarias, sometidas todas ellas a la primacía de lo fundamental, pero son realmente importantes.
3º, Y por último, la configuración de la vida consagrada dependerá también de las necesidades y prioridades que la Iglesia viva en cada lugar y en cada momento, exigencias de interés general que los cristianos que asuman en la Iglesia ese género de vida tendrán que tener en cuenta y tendrán que atender del mejor modo posible, ya sea en la vida y en la comunicación interior de la comunidad cristiana, como en las actividades pastorales y asistenciales que tenga que desempeñar la Iglesia en el contexto humano en el que viva».