NUEVO MONOGRÁFICO DE VR: ES EL MOMENTO DE CELEBRAR CAPÍTULOS PARA LA VIDA Y NO PARA LOS PROYECTOS

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Capítulos (generales, provinciales, locales) en la 5ª fase

Los Capítulos Generales han ido pasando por diversas fases, que podrían tipificarse en cuatro. Ahora llega el momento de entrar en la quinta fase. Trataré de mostrar las características de las cuatro primeras fases.

Los capítulos generales que tuvieron lugar inmediatamente después del Concilio Vaticano II se pusieron como objetivo: la renovación y adaptación. El Capítulo VI de la constitución dogmática “Lumen Gentium”, el decreto “Perfectae Caritatis” y la carta apostólica de Pablo VI “Ecclesiae Sanctae” se convirtieron en la fuente de inspiración para iniciar un serio proceso de transformación en obediencia al Concilio Vaticano II. Ello supuso un cambio profundo de perspectiva: ubicación de la vida consagrada en la Iglesia, redacción de textos constitucionales renovados: vuelta al Evangelio, al proyecto originario de los fundadores, nueva visión de los consejos evangélicos, acentuación de la vida comunitaria, la ministerialidad propia de cada instituto.

Los capítulos generales en “la segunda fase”, tuvieron como perspectiva y aliento en su proceso de la renovación la exhortación apostólica de san Pablo VI “Evangelica Testificatio”. Fue en ellos donde se tomaron serias decisiones respecto a la clarificación y estudio del carisma.

Los capítulos generales en “la tercera fase” no podían prescindir de la perspectiva ofrecida por la exhortación “Evangelii Nuntiandi”. Ésta suponía un impulso a los institutos religiosos para que encontraran su lugar dentro de un gran proyecto eclesial de Evangelización. Surgieron de ahí propuestas capitulares que intentaron reubicar a cada instituto dentro de la Misión única de la Iglesia, especialmente desde la opción por los pobres y las comunidades de inserción. Al mismo tiempo, fueron los capítulos que aprobaron los textos constitucionales renovados definitivamente, después de un tiempo “ad experimentum”.

Los Capítulos Generales de “la cuarta fase” tienen lugar en una franja de tiempo más amplia. Fueron los capítulos cuya reflexión se centraba en un icono, en un texto bíblico, en un tema. A partir de un elemento inspirador se abordaban los principales asuntos que importaban al instituto. Trataban de crear una “mística” colectiva, un punto simbólico de coincidencia, que orientara a todo el instituto en una misma dirección. Por otra parte, en ese tiempo se ha ido acogiendo el magisterio de la Iglesia en sus diversas facetas, sobre todo, la exhortación apostólica “Vita Consecrata”.

¿Y qué decir de los Capítulos Generales en ese momento, en que ya nos encontramos en este contexto de pandemia en el inicio de la tercera década del siglo XXI? Creo que podemos hablar de una “quinta fase”. Y me voy a atrever a plantear algunas cuestiones fundamentales y no tanto prácticas.

El mal oscuro o el “ateísmo interior”

En medio de un ambiente de ateísmo líquido, globalizado, la vida consagrada se siente llamada a buscar de nuevo el rostro de Dios, experimentar su presencia y dar testimonio de Él en la sociedad.

Existe, sin embargo, entre nosotros, un “ateísmo interior” que se nos está inoculando y con el cual convivimos. Se caracteriza por la “desconexión”. Como cuando perdemos la conexión a internet, pero seguimos escribiendo. Es posible, entonces, asistir a los actos comunitarios de oración “desconectados”. Realizar nuestras tareas de misión “desconectados”. Establecer relaciones comunitarias “desconectados”. Esa desconexión respecto al Espíritu nuestro Dios genera contextos de ateísmo implícito.

Un Capítulo General hoy no debe dar por supuesta la “confesión de fe”. No basta con preparar celebraciones bellas, carteles, danzas, imágenes del mundo y del planeta… Porque se puede estar alimentando con ello el “ateísmo interior”. Se necesita la otra conexión: con el Abbá, con Jesús contemporáneo, con la Santa Ruah. ¡Desde ahí sí es posible y necesaria la conexión con las demás realidades!

La vida consagrada del cansancio

Hay que confrontarse seriamente con la vida consagrada del “cansancio” para abrirse a los signos del Espíritu que nos introducen en una nueva época.

Puede haber una vida consagrada caracterizada por el “entretenimiento”, la necesidad de descansar, de momentos de relajación, después de la mucha fatiga de horarios llenos. Esto requiere mucho estudio: ponerse al día de lo que está sucediendo en este momento histórico. Eso sí, no en general, sino desde la perspectiva del propio carisma. Sin estudio y preparación, los Capítulos dicen vulgaridades, hacen propuestas genéricas y sin energía transformadora, imitan lo que otros han hecho. Estamos cansados de repetir siempre lo mismo, sin que nada cambie. No basta organizar el evento. Hay que hacer del evento “un nuevo comienzo”.

En el pontificado del papa Francisco ya van diversos años preparando la reforma de la Curia. ¿Qué tipo de reforma está emprendiendo cada congregación? ¿En qué convertimos el carisma? ¿en una constante mirada hacia el pasado, o en una energía que nos lanza al porvenir y que nos lleva a iniciar un nuevo relato del Espíritu para nuestro tiempo? La Iglesia es hoy sensible al gran “cambio” que el Espíritu le está pidiendo. El Papa Francisco, consciente de ello, está aprovechando el tiempo de pontificado que Dios le concede para facilitar el gran cambio.

Cambio teológico: una teología accesible a todos que reafirme el primado de nuestro Dios Trinidad y la permanente acción del Espíritu en la Iglesia y por lo tanto que motive un radical optimismo y esperanza creyente, y que sustente una confianza inquebrantable en el poder de la oración y de la súplica colectiva;

Cambio eclesial institucional: la opción decidida por los pobres (una iglesia pobre y para los pobres), los descartados, por otro modelo de sociedad; la opción ecuménica –confesional e inter-religiosa-  para acabar con las excepciones producidas históricamente en la iglesia y el entendimiento con “el diferente”;

La opción  por sanear la Iglesia (de los afanes de poder, de los abusos sexuales y pedofilia, de las murmuraciones y cotilleos, de los abusos económicos y de poder).

La opción por una Iglesia alegre, dialogante, cercana, simpática y empática.

Para realizar ese “gran cambio” lo que ha de configurar nuestros capítulos generales no han de ser –en este momento- un tema englobante, sino más bien:

Innovar es tarea de todos, “entre todos”

Apostar por la economía del conocimiento

Contra la economía del abuso, la economía solidaria

Sustituir la avaricia por la solidaridad

Pasar de los “proyectitos” al “proyecto global”

Un proyecto a diez años

El tema que hay que abordar en un Capítulo General no es cómo dar contento a las grandes provincias y dejar “las cosas como están”, a los grandes núcleos de poder y hacer que lo demás se convierta “en satélite”.  Lo importante en este tiempo es un “proyecto global” “mundial” de congregación. Todo está inter-conectado. Y ese proyecto global no se puede imponer desde los grupos de poder económico, o institucional. Debe ser “contando con todos”, entre todos. Un Capítulo no es el momento en que se resuelven las cosas, sino en el que se inicia algo nuevo. Quizá por ello sea un poco tiránico someter el ritmo de una congregación cada 6 años. No son las congregaciones para los capítulos, sino los capítulos para las congregaciones Esto quiere decir que el ritmo debe adecuarse al momento de globalización que vivimos.

Hasta ahora el Capítulo ofrecía un proyecto para 6 años y los Gobiernos General y provinciales intentaban dar razón de su cumplimiento en el próximo capítulo general. Lo que ahora se necesita es abrir procesos, y no tanto ofrecer programas para que sean cumplidos.

Saint Exupery lo dejó claro: “Si quieres construir un barco y navegar, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo, sino que primero has de evocar en los hombres y mujeres el anhelo por el mar”.