¡NO TE SUELTES!

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Mi amigo Dani Moya me envió este verano un texto sobre un fenómeno curioso. Se trata del festooning, o las cadenas que hacen las abejas para construir el panal, producir miel y sostener la comunidad. El hecho es en sí mismo curioso, inexplicable y no hay un acuerdo científico concluyente sobre él.

Lo cierto es que es una escena atractiva en la cual se percibe el esfuerzo de cada abeja para mantenerse conectada –unas a las otras– por las extremidades, como si estuviesen diciéndose: nuestra fuerza es estar juntas. La imagen evoca, sin glosa, comunidad. Hay una pasión, una razón de ser más fuerte que el propio esfuerzo y la búsqueda de protagonismo. Es un «nosotros» real el que construye el panal. Porque el fenómeno festooning, evoca y anuncia construcción, vitalidad, proyecto y transformación. Como consecuencia de ese ejercicio aparece el panal llamado a llenarse sobreabundando de rica miel. Todo un ejemplo de fecundidad.

Mi interés por las abejas no es muy grande, aunque empiezo a comprender que su ejemplo nos ayuda y su existencia contribuye a una armonía que la creación necesita. Si traigo a colación el ejemplo, es por su asombrosa similitud con nuestros procesos y proyectos comunitarios. Y ahora, donde una buena parte del mundo «inicia el curso», considero que puede iluminar y centrar.

No voy a ser tan presuntuoso de aventurarme a diagnosticar con qué estado de ánimo y comunión comenzamos esta nueva andadura. No quiero ni debo hacerlo. Conozco algo de lo que unos cuantos me habéis contado. Percibo que todavía queda sitio para la esperanza, aunque, a mi parecer, es una esperanza muy fabricada y un poco artificial. Está tejida de historias vividas, de posibilidades truncadas, de silencios no hablados… Es una esperanza muy nuestra y poco de Él. Comenzar un curso con una esperanza de «tejas abajo», de las propias fuerzas o proyectos, dice muy poco de festooning y mucho de voluntarismo. Y ahí, me temo, sobreviene la frustración y el cansancio nada más empezar.

Me invita nuestro ejemplo de las abejas a dejarnos empapar por la pasión: una, la que sea. Por un proyecto que ilusione y centre, por una búsqueda que ­–literalmente­– «no te deje en paz». Me invita a invitarte a pensar poco en ti mismo (o misma) y creer en lo que tienes entre manos, quizá un panel que nunca verás completo o unas sonrisas de quien pruebe la miel que jamás te expresarán gratitud. Me invita a creer, una vez más, en el proyecto comunitario que no es anulación de personas, ni silencios sumados, ni anodinas jornadas tejidas por quienes solo se soportan. Me invita, con fuerza, el ejemplo de las abejas, a creer de nuevo en el valor de la vida, que es el valor de la comunidad, donde lo importante no es que yo luzca, sino que el bien comunitario anuncie vida y ofrezca un panal que la gente necesita.

Está claro que lograrlo no depende solo de ti o de mí. Depende de nosotros. Ojalá iniciemos esta etapa de la vida, una más que todavía no hemos llenado de borrones, convencidos de ello. Ojalá te haga feliz servir de apoyo para que otros no se desconecten, cuides a las personas de tu vida –las que siempre van contigo– y, con tu actitud, digas continuamente al de al lado: ¡No te sueltes!