Nada me falta

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En un tiempo en el que nos faltan muchas cosas, el salmo de este domingo nos puede hacer mucho bien.

Es Dios-Pastor quien toma la iniciativa y guía. Es él quien nos busca las verdes praderas que antes solo podíamos atisbar detrás de unos cristales y que hoy podemos pisar, por lo menos un ratito.

Es él quien repara las fuerzas, sobretodo las de aquellos que siguen entregando lo que son desde sus trabajos para que los demás podamos seguir viviendo y cuidando a los demás desde nuestras casas.

Es él quien se hace luz en medio de tantas tinieblas personales y comunitarias. En medio de muchas tristezas y desesperanzas, preocupaciones y soledades.

Es él quien nos sirve la mesa, la de todos los días, la de todos los seres humanos; ayudándonos a los que tenemos a compartir con los que menos tienen (hoy son muchos y van a ser más, hemos de estar atentamente generosos).

Es él quien nos perfuma la cabeza, quien nos pone el anillo y el vestido, quien nos sigue invitando, con un abrazo, a que entremos en casa, en la suya, en la de todos.

Es él quien nos asegura la bondad y la misericordia. No solo para con nosotros sino desde nosotros para los demás.

Y es él quien nos repite que podemos vivir en su casa todos los días de nuestra vida, de todas las vidas. En la Casa común que hoy respira un poco más aliviada porque la hemos dejado respirar y restablecerse.

Hoy también celebramos el día de la oración por las vocaciones: que pidamos muchas vocaciones de humanidad entregada, como hemos visto en estos días, creyentes y no creyentes. Estamos muy necesitados de hombres y mujeres como los que hemos admirado en este largo confinamiento, tantos ejemplos sencillos y hermosos.

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