MIRADA CON LUPA

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noviciosNovicios siglo XXI

La palabra de una nueva vida religiosa…

«Es Otro quien nos sueña»

No resulta sencillo hablar de los novicios y novicias de este tiempo. Si generalizar ha sido un problema en la historia, en nuestros días, es impensable. Coinciden en su pluralidad. Distintas edades, culturas, historias y visiones. Cada uno y cada una, con su mundo, se han encontrado con una propuesta de seguimiento evangélica. Lo grande es que la han entendido, se han impresionado y enamorado. Ahora, están en el camino. No saben a dónde van, pero saben con Quién y coinciden al afirmar que «se fían». Viéndolos y escuchándolos descubres lo evangélicas que son las familias religiosas. Todos ellos han conocido el carisma a través de alguien que lo vive en serio, en totalidad y, probablemente, en silencio y con amor. Hay novicios, los habrá siempre, y lo mejor es intuir que las congregaciones son escuelas con vida, con capacidad para sembrar esperanza y búsqueda, también en este tiempo y esta historia.

Les dio un nuevo nombre

Si hay algo que conmueve es escuchar a quien habla, sin historia, con sentido de pertenencia. Cuando se presentan nuestros novicios nos cuentan qué hacen sus congregaciones. Lo hacen con palabras sin manchar. No hablan de grandes proyectos y grandes obras, hablan del don carismático original. Así, se refieren a los pobres sin matices, ni filtros. Se proponen «afinar los sentidos para saber descubrir su rostro en el que sufre, en el pobre, en el incomprendido, en los descartados sociales y así dejarnos evangelizar por la realidad». ¡Ahí es nada!

Quizá no sea lo más ortodoxo que una «mirada con lupa» sobre nuestros novicios, empiece con la proyección apostólica, pero es lo más real. Lo que los ha enamorado no son las cadenas de palabras que les contamos y «suenan a sabido», sino las vidas enamoradas «a pie de calle». Esos hermanos y hermanas, presentes en todas las culturas y contextos, les regalaron lo más importante: la búsqueda del sentido de la vida. En el hacer encarnado de esperanza y misericordia de algunos hermanos y hermanas de sus congregaciones, se vieron reflejados y recibieron fuerza para intentar vivirlo y ponerse en camino.

Es un auténtico cambio de nombre, de vida y de mirada. Antes no eran, ahora, con toda propiedad, dicen que son los que quieren dar voz a los sin voz; las manos de quien las tiene atadas; el consuelo de tanto llanto; la paz de quien está perseguido o la justicia de quien se ha visto privado de los derechos de la vida. Se llaman ahora: siervas de María, Ángel de la Guarda, Sagrados Corazones, auxiliares del Buen Pastor, siervas del Sagrado Corazón de Jesús, escuelas cristianas, franciscanos y franciscanas, filipenses, mercedarias, angélicas, trinitarias, hijas de María… y más nombres, que tienen como punto de encuentro, ser un grito de la gratuidad de Dios para cada cultura.

Buscadores de Dios

Son hijos de esta era. Hablan del futuro de manera incierta. Solo saben que hoy están aquí y están viviendo un vaciamiento consciente y querido, pero también difícil. No saben qué pasará mañana, son gente que vive y siente al día. A veces, como ellos manifiestan, «de manera muy diferente a lo largo del día…» Pero se mantienen en búsqueda.Aquello que soñaron, aquello que intuyeron, buscan y rebuscan en los procesos formativos para darle cuerpo, para recrear una respuesta y, sobre todo, para verse en ella. Decía Tomás de Aquino que en la búsqueda del sentido de la vida se da el encuentro con Dios. En ellos se palpa –como ellos mismos afirman– ser conscientes de estar en «una aventura especial» que los envuelve y, hoy por hoy, los identifica. Lo sorprendente es que los carismas tienen ese ADN de actualidad que posibilita que las aspiraciones de jóvenes de esta cultura se encuentren en el don carismático de congregaciones con historia. Es una posibilidad de realización para este presente. Hay una tensión de crecimiento más que evidente. Nuestros novicios se definen como: «jóvenes que al igual que los demás, estamos viviendo esta etapa de búsqueda de sentido para nuestra vida. Estamos llenos de energía que nos impulsa a estar en movimiento, en inquietud por el cambio, por lo nuevo, por la libertad». Curiosamente, ahí, en «la energía, el cambio, la inquietud y lo nuevo» es donde nuestras congregaciones se juegan la capacidad para ser resonantes en este presente o no. Y, la verdad es que a pesar del miedo al riesgo, a pesar de tantas obras y tanta historia, la vida religiosa sigue transmitiendo lo subversivo y alternativo del reino. El inconformismo ante una realidad que tiende a decirnos que las cosas son así y seguirán siéndolo, es un poderoso atractivo para un joven que busca el seguimiento desde la vida religiosa.

La libertad de ser libres

Un anhelo muy expresado en los novicios es la libertad. Solo desde ella se pueden hacer opciones arriesgadas y solo desde ella se pueden buscar alternativas ante lo convencional. No se asustan de la exigencia o del trabajo de vivir con responsabilidad. Sí les da miedo cuando pierden protagonismo en las decisiones que pueden tomar para ofrecerse al mundo sirviendo. Aquí aparece un gran reto para la formación: ¿Cómo acompañar sin anular? o ¿Cómo orientar sin apagar las ganas de entrega? Los jóvenes novicios de este siglo se han dejado interpelar por la realidad del mundo. Han sentido en su interior ganas de cambiar las cosas y han visto, en sus congregaciones, que hay grupos de mujeres y hombres que viven para ese cambio. El problema es que están demasiado organizados. Nuestras estructuras no son vistas siempre como posibilidad. A veces son obstáculo. Años de historia y purificación hasta configurarse la congregación con el rostro que tiene en nuestros días, no siempre son entendidos por los ojos sin historia de los novicios como la necesaria institucionalización del carisma. Lo que nos parece frágil a los que llevamos años en la vida religiosa, parece fuerte a ojos de quien un día creyó oír a Jesús: «ven y serás libre». Tenemos un reto difícil. Un problema en el que solo el diálogo es el camino de la verdad. Las búsquedas sin experiencia –de ellos– tienen que encontrarse con la historia de la búsqueda fiel de la congregación. Ha de palparse que es la misma búsqueda, la misma necesidad: la libertad de la vida. (Seguir leyendo en VR /marzo 2016/n..vol.121). [suscripciones@vidareligiosa.es].