La última aventura de Teresa de Jesús: mística y refundadora

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Los capítulos 32 al 36 del libro de la Vida de santa Teresa de Jesús pueden servirnos en este día -en que celebramos su fiesta- como horizonte. La vida consagrada está en un momento de re-organización interna, de re-estructuración.  Teresa de Jesús se sintió llamada a llevar a cabo una re-forma del Carmelo. Su vivencia interior nos sirve de pauta en este tiempo que estamos viviendo. Teresa, doctora de la Iglesia, es también doctora para la vida consagrada.

La aventura fundacional

Teresa se convierte en fundadora cuando está en la etapa mística: es decir, cuando deja a Dios actuar en ella con máxima docilidad. Por eso, a pesar de sus resistencias personales, ella entra en la aventura de la fundación o fundaciones. Ella hubiera querido recluirse en su celda y comunidad de la Encarnación. Pero la orden de envío que le viene de Dios le resulta irresistible. La idea había surgido de unas jóvenes religiosas entusiastas, pero la propuesta no se había configurado[1]. El mandato le vino de Jesús un día, durante la comunión[2] y luego el Señor volvió a repetírselo[3]. Fue el dominico García de Toledo quien  le pidió  que escribiera la historia de la fundación para incluirla en el relato de su vida.

 

Teresa está convencida de que los monasterios que ella fundó eran obra de Dios:.

“Me había dicho el Señor que entrase como pudiese, que después yo vería lo que su Majestad hacía: ¡y cuán bien lo he visto!”.

La fundación del monasterio de san José fue -para Teresa- una gesta de Dios[4]. Dios endereza lo torcido[5]. Dios “retiene” en Ávila a fray Pedro de Alcántara para que influya sobre el obispo a fin de que acepte la fundación[6]. Y también es Dios quien dispone que su cuñado caiga enfermo para de este modo, con la excusa de atenderlo, poder ella seguir de cerca los preparativos de la casa[7]. El maravilloso protagonismo de Dios “espanta” a Teresa.

“Siempre entiendo, lo hacía el Señor”[8]

“El espíritu que se lleva en la casa”[9]:

Teresa no rompe con  la Orden Carmelitana. Es la “Regla de nuestra Señora del Carmen” la que se guarda en su monasterio, pero añadiendo otras “cosas que para cumplir ésta con más perfección nos han parecido más necesarias”[10].

El espíritu de la casa era:

Oración: “Todo nuestro fundamento en oración”[11],

Pobreza: El monasterio es “todo tosco y sin labrar… y así se ha de hacer siempre”; pero les pide una pobreza “con suavidad” [12],

Vida en comunidad en torno a Cristo: “Que Cristo andaría con nosotras; y que sería una estrella que diese de sí gran resplandor”. La comunidad ha de ser un ”rinconcito de Dios-… y morada en que su Majestad se deleita”[13],

con un tono de “alegría y contento” y suavidad”;

crear un ambiente tal que sea “aparejo óptimo para vivir a solas con el Esposo”[14].

Lecciones para la vida religiosa actual

En tiempos de refundación, de re-estructuración, de fusiones, en los cuales está actualmente embarcada la vida religiosa, no estaría de más escuchar las dos lecciones de Teresa fundadora:

que los proyectos de fundación o refundación tienen siempre su origen en el Espíritu de Dios, en ese Espíritu que aletea sobre la cabeza; no deben surgir de nuestros proyectos y cálculos. No se debería emprender ningún proceso si no surgiera del Espíritu  y no fuéramos movidos a ello por el Espíritu, por la Palabra del Señor, por el cuerpo eucarístico del Señor.

Que la vida religiosa merece la pena cuando el Espíritu llena la casa, cuando Jesús está siendo reconocido en medio de los hermanos o hermanas, cuando hay un clima de pobreza, oración y alegría.

Teresa fue una mujer liminal. Por eso, los criterios de discernimiento del tiempo no eran suficientes para entenderla. Tuvo confesores que decían “ser del demonio” todo lo que le acontecía. Pensemos que también no pocos dirán hoy de algunas personas religiosas, de sus códigos de vida y conducta, lo mismo. Sin embargo, unas pocas personas, una laica (marquesa toledana por cierto), un laico (su tío) y un santo franciscano de 65 años, Pedro de Alcántara, fueron capaces de comprender lo que le sucedía.

La vida religiosa tiene en Teresa una gran doctora mística. No para introducirla en una espiritualidad particular que la prive de la variedad de sus carismas, sino para alentar en cada una de ellas el descubrimiento de su propio camino.


[1] 32,12.

[2] “Habiendo un día comulgado mandóme mucho su Majestad lo procurase con todas mis fuerzas, haciéndome grandes promesas de que no se dejaría de hacer el monasterio”32,11.

[3] “Muchas veces me tornó a hablar en ello, poniéndome adelante tantas causas y razones… y que era su voluntad” 32,12.

[4] Fundaciones, 27,1 1.

[5] 33,1.

[6] 36,1.

[7] 36,3.

[8] 36,6.

[9] 36,30.

[10] 36,27.

[11] 32,19.

[12] 33,12c.

[13] 32,11; 35,12.

[14] 36,30.