MÁS SE GANÓ EN CUBA…

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J.-Garmilla“Más se perdió en Cuba…. ¡y volvieron cantando!”. Es muy posible que la expresión, que hemos escuchado o hemos expresado sin prestarle excesiva atención, permanezca en  el limbo de los orígenes históricos de los refranes, dichos, chascarrillos pertenecientes al rico argot popular de la lengua centenaria de Cervantes. La expresión surgió a finales del siglo XIX en una España dolorida, empobrecida, acomplejada, melancólica de los siglos en que “no se ponía el sol”. Como madre paridora o adoptiva de muchos hijos en ultramar, con el paso de los años sus vástagos más queridos y económicamente más rentables la fueron abandonando, no siempre de buenos modos, habitualmente tras ácidas guerras que paulatinamente fueron secando y resintiendo a la vieja metrópoli allende la Mar Océana. Pero en la década final del rompedor siglo XIX, las Españas dejaron de ser plural para verse obligadas a firmar involuntarios tratados de independencia con las pocas colonias que aun le permanecían “fieles” (no muy libremente, por cierto). La isla de Cuba, Puerto Rico, más tarde Filipinas, Guam… todas islas aisladas y remotas que rompieron los cordones umbilicales tras cuatro siglos de dependencia política, económica, religiosa  y social. La guerra de Cuba, iniciada en 1868, asfixiada diez años más tarde y reavivada en 1895 con la impertinente presencia e interés imperialista de los recién nacidos pero ya poderosos y ambiciosos Estados Unidos de Norteamérica, terminaron con los siglos de colonización de la ahora repudiada Madre Patria, que dejaba de ser Madre para siempre. El impacto, no sólo económico, sino incluso (curiosamente) psicológico, emotivo, nostálgico, no se hizo esperar. España se sentía maltrecha por tanta secesión y desgajamiento del tronco secular. Los más poderosos caballeros españoles, emigrados y enriquecidos en Cuba gracias a la industria del azúcar, o la trata de esclavos africanos, o el fuerte incremento financiero de españoles, muchos ya criollos aplatanados,  afincados durante generaciones en la Isla, “niña de los ojos” hispanos, perdieron buena parte de su fortuna y tuvieron que regresar a la Metrópoli, frustrados y con los bolsillos vacíos. Pero no todos los españoles establecidos en Cuba sufrieron ese despojamiento financiero, fueron muchos más los españolitos de a pie que, enviados como soldados a la guerra de 1895 en Cuba, se alegraron de la independencia finalmente proclamada (con la connivencia interesada de los Estados Unidos) en 1902. Los primeros, los potentados que vieron diezmadas y arruinadas sus pingües fortunas, pudieron decir entonces: “más se perdió en Cuba”. Pero los otros, los empobrecidos, soldados o asalariados con menor o ninguna fortuna, que pudieron regresar a sus terruños españoles, liberados ya de sus obligaciones militares, pudieron decir; “y volvieron cantando”; o, en otra versión, “volvieron silbando”. La Generación del 98, con Unamuno, los Machado, Azorín y otros muchos, se hicieron eco, no sólo literario, sino sobre todo “existencial” de todo “lo que se perdió en Cuba”: prestigio, dignidad, hasta entidad como pueblo.

Ayer, 12 de febrero de 2016, más de un siglo después del “desastre y la pérdida de Cuba”, territorio “neutral”, “isla de corcho” insumergible, muchos hemos podido decir: “más se ganó en Cuba…. y estamos contentos, bailando y silbando”. Porque otro antiquísimo cordón umbilical, nacido del tronco único de Cristo, fue cortado inmisericordemente por enfermizos afanes de poder y gloria, por orgullos y prepotencia, por distingos de filioques que a nadie interesan, ni hoy ni entonces, por autismos patológicos que rompieron una unidad sagrada, iniciática, irrenunciable. Fue en el lejano 1054, y desde antes, con mutuas excomuniones ilegítimas y difícilmente calificables de éticas. “Más se perdió en Roma, en Constantinopla, en Rusia, en Antioquía…”, y nadie -de verdad- “se quedó bailando, o silbando, o simplemente, contento”. Obra del Espíritu lo de la tarde del invierno cubano en una sala VIP del “José Martí”, entre dos hijos de la Iglesia de Roma y la Iglesia de Rusia, entre Kiril y Francisco, entre Francisco y Kiril. Ayer, para la historia, para todos los cristianos creyentes en la unidad plural de la única Iglesia que soñó Jesús, “mucho más se ganó en Cuba… y todos volvieron cantando, silbando, contentos”.