MÁRTIR, HUMILLADA, PERSEGUIDA

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1281

img_1478Estaban allí, a la puerta de casa cuando llegué a Tánger: Cada noche llamaban a la puerta del obispo para ‘coger sitio’ en la fila de Cáritas parroquial…

El Señor me ha dado en herencia esa valla natural que es el Estrecho de Gibraltar, y las vallas artificiales de Ceuta y de Melilla: Tres barreras contra la esperanza, tres barreras contra el derecho de toda persona a emigrar, tres barreras contra una humanidad indefensa, inocente, y condenada a sufrimientos atroces que nadie permitiría se infligiesen a un animal.
Los menores no acompañados son una evidencia en todas las fronteras.
«La mayoría de las mujeres en los caminos de la emigración, son mujeres solas… aunque algunas de ellas sean mujeres con hijos. Vienen huyendo de la violencia en su país, en su familia, en su pareja. Las jóvenes, durante todo el viaje migratorio,están expuestas a todo tipo de violencia y abusos sexuales. Esa situación no cambia ni se reduce el riesgo una vez que están en Marruecos junto con otros grupos de inmigrantes. Se ven obligadas a padecer abusos y maltrato por el miedo a encontrarse solas. La violencia se agrava al encontrarse la mujer en situación irregular… » (Memoria de la Delegación de Migraciones. Años 2015).
Los emigrantes son hoy mi Iglesia mártir, mi Iglesia humillada, mi Iglesia perseguida. Y esa Iglesia tiene mucho que ver con la Iglesia en España.
No lo necesito yo, lo necesitan los pobres: una Iglesia, con capacidad de abrir los ojos de la sociedad para que vea la violencia que, en nombre de la legalidad, en nombre de la seguridad –nunca en nombre de la justicia-, se ejerce contra los emigrantes.
Y en esa tarea de abrir los ojos, entiendo que un papel esencial le corresponde a los medios de comunicación de la Iglesia. Mientras en ellos no sea reconocible de forma inmediata y constante el abrazo de la Iglesia a los crucificados de las fronteras, para los crucificados habrá un consuelo menos, una esperanza menos, una angustia más, una soledad mayor… 
Si no tuviésemos otras luces para discernir con quién hemos de estar, nos bastaría el amor a Cristo para saber que se nos ha de encontrar siempre cerca de los pobres y lejos del poder.