Creo que la culpa es del vídeo del día del seminario (que no voy a comentar pero, si alguien no ha visto aún: http://www.youtube.com/watch?v=k1pY_IugQfY), pero últimamente estoy pensando mucho sobre cómo “vendemos” lo nuestro y lo que, con frecuencia, puede haber de publicidad engañosa en ciertas propuestas vocacionales. Claro que es lícito compartir el entusiasmo y la pasión con la que nos vivimos como miembros de una familia religiosa o formando parte de una vocación específica, como la consagrada, dentro de la Iglesia… pero ¿hay verdaderamente un deseo sincero de acompañar la búsqueda de lo que Dios quiere para cada joven que entra en contacto o participa en nuestras actividades de “pastoral vocacional”? No puedo evitar pensar que en esto también hay distintos ritmos y prioridades dentro de la Iglesia y que hay más de un mea culpa que entonar.
Es necesario despertar el deseo, pero ojalá no nos contentemos con eso, presentando únicamente la cara bonita, lo “ideal” de nuestra forma de seguir a Jesucristo, sino que pongamos todo nuestro empeño en ayudar a otros a hacer camino personal. Antes o después, cuando la realidad (personal, comunitaria, congregacional, eclesial… vital) se impone, será la única senda que pueda permitir que ese ideal siga… pero de otra manera: con los pies bien plantados en la realidad cotidiana y mirando a Aquél a Quien seguimos. Y verdaderamente, cuando se tiene la suerte de ser acompañados/as en ese camino, se descubre con una luz nueva que se trata, efectivamente, de una vida apasionante (y con trabajo fijo).