MAESTROS, EXPERTOS EN MISERICORDIA

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1970

(Montserrat del Pozo). Cuando Jesús buscó razones para felicitar a las personas, encontró sobre todo ocho, que San Mateo recuerda en su evangelio, las Bienaventuranzas, entre ellas está la misericordia.

Si hay una profesión en la que la misericordia debe ser connatural, sin duda es en la de los que se dedican a la educación. La mejor innovación educativa consiste en amar al alumno. El amor es como la luz que, al incidir sobre superficies diferentes, toma distintos colores y ofrece a cuanto ilumina la posibilidad de mostrarse tal como es. Amor que se manifiesta misericordia cuando es fruto de la mirada compasiva hacia el otro, cuando mantiene viva la capacidad de conmoverse.

Porque la misericordia es la virtud que lleva a los seres humanos a “padecer” con los demás, porque es la actitud bondadosa que una persona muestra a otra a la que se acerca para ayudarla, bien podemos decir que la misericordia es una virtud propia del maestro. No en vano la primera obra de misericordia espiritual es precisamente enseñar al que no sabe.

El mismo Papa ha invitado a los educadores de todo el mundo a que hagan llegar el Amor de Dios, expresado en Misericordia, a todos los ámbitos educativos. La educación va encaminada a ayudar a cada alumno a alcanzar la competencia global, a facilitarle que, al desarrollar todas sus potencialidades, se comprometa a ponerlas al servicio de la sociedad y del bien común para dejar el mundo mejor de como lo ha encontrado. No puede haber marco más adecuado para esta educación integral que la Misericordia, porque aprender misericordia  es ir avanzando hacia la madurez que  permite ser mejor persona.

Pienso que muchos de los problemas que llenan nuestros informativos son fruto de haber olvidado completamente el concepto y la práctica de la misericordia o lo que es peor, de haberla considerado cobardía.

Educamos el corazón y la inteligencia y si para algo debe ser útil el desarrollo de la inteligencia es para que con ella crezca la bondad, virtud del corazón, y ambas –inteligencia y bondad– se concreten en buenas obras. No es un añadido educar en Misericordia, es la base que sustenta muchas otras actitudes, y la que puede mejorar la sociedad.

Y afortunadamente es tarea de invierno y de verano. Poner a disposición de todos lo que se sabe, también en los meses de verano, es obra de misericordia. Nunca hemos tenido mejores herramientas que las actuales para compartir todo conocimiento, aún a kilómetros de distancia, y además, sin necesidad de conexión, o mejor, con la necesaria conexión “humanitaria”.

Bienaventurados, felices, los maestros y profesores, expertos en misericordia, hallarán misericordia.