Los viejos roqueros…

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Me encanta mirar alrededor cuando voy en un medio público de transporte. Ayer me encontré en el tren con una mujer bien entradita en la década de los sesenta, vestida de negro de arriba abajo. Llevaba las orejas llenas de pendientes, un pañuelo de calaveras en la cabeza y una cazadora de cuero negra con chapas de grupos y cantantes de rock de la época en la que yo debí nacer. Inevitablemente me llamaba la atención el contraste entre su estilo y la edad que aparentaba tener: algo así como una vieja roquera de los 70 encerrada en un túnel del tiempo.

A los religiosos y religiosas a veces nos pasa algo similar a lo de esta mujer. Queremos estar tan “al pie del cañón” que nos cuesta la vida ir asumiendo el momento vital que se nos regala vivir. No sé si es la idolatría de la efectividad o las resistencias que todos y todas tenemos a ir muriendo a nuestras capacidades, pero no es extraño encontrarnos a hermanos/as que se aferran con uñas y dientes a lo que ya no les corresponde vivir. Lo sabio se esconde en aprender a vivir con amor lo propio de cada edad y no ayudamos a ello cuando aplaudimos ciertas actitudes. ¿O es que será verdad que “los viejos roqueros nunca mueren”… aunque den un poco de vergüenza ajena?