El Papa ha visitado la isla de Lesbos, junto con el Patriarca Bartolomé I y el Arzobispo de Atenas Jerónimo II. La sorpresa ha sido que en el avión de regreso a Roma iban (junto con el Papa) tres familias sirias musulmanas, en total doce personas, ejerciendo su derecho de acoger en el estado vaticano a quién bien le parezca. Son gestos muy llamativos, que buscan despertar las conciencias dormidas de muchos europeos, indiferentes ante el dolor; y de aquellos cristianos, que no acaban de comprender tanto interés con los musulmanes.
¿Por qué acoger a tres familias musulmanas y no a tres cristianas o, al menos, a una musulmana, una católica y una ortodoxa? Lo fácil es criticar y lo difícil es responder. Aunque explicaciones hay muchas: el mismo Jesús, ante la exigencia de sus conciudadanos de que repitiera en su pueblo los milagros que hacía en otras partes, respondió contando historias de la propia tradición judía, en las que los profetas, en vez de atender a las muchas viudas y muchos leprosos que había en Israel, se dedicaban a atender a viudas y leprosos extraños al pueblo elegido.
Entiendo que estos gestos del Papa pretenden dejar muy claro a cristianos, musulmanes y todo tipo de personas, que todos somos hermanos, hijos del mismo Padre, y que todos debemos acogernos como hermanos. Cuando llegue el momento de encontrarnos definitivamente con el Padre del cielo, la pregunta clave no será si atendimos al cristiano herido, sino si atendimos al herido. Por otra parte, que un cristiano acoja a un musulmán es un modo de decir que las discriminaciones son todas malas. Más aún, que el cristiano está a favor de la paz, de la reconciliación y del entendimiento entre todos los seres humanos. Y si otros no lo están, o son “selectivos” y no lo manifiestan con gestos de acogida al diferente, el cristiano sí lo está, sea cual sea la actitud del otro. Porque si uno solo es honrado con los honrados, entonces no es honrado. Y si solo es bueno con los buenos, entonces no es bueno. El bueno lo es con todos y el honrado lo es en toda circunstancia. Ser bueno no es fácil, pero solo los buenos son felices.
Claro que también los cristianos necesitan ayuda. Y mucha. Claro que el gesto del Papa es solo un gesto. Pobre, ante las inmensas necesidades. ¿Qué son doce entre cientos de miles? El Señor no nos pide que atendamos a todos los necesitados, sino que empecemos por el que está más cerca y, luego, si podemos, por el siguiente. Si cada uno atiende al que tiene cerca, al final todos tendremos a alguien que nos atienda.
Es posible preguntarse por la responsabilidad de los gobiernos musulmanes ante los refugiados correligionarios suyos. Me imagino que los gestos de Francisco no deben gustar mucho a los gobiernos. Ni a los musulmanes ni a los europeos. El gesto del Papa es una llamada profética para todos los gobiernos, sin necesidad de decirles una sola palabra. Hay gestos que valen más que todas las palabras.