Hay una tienda en el centro de Madrid que, cada vez que paso, encuentro algo sugerente.
El otro día, entre alpargatas y floreados vestidos de verano, tenían un cartel que decía:“Eres más hermosa cuando te sientes libre”. Y se me ocurría pensar que quizá lo que necesita la Vida Consagrada es un buen baño de hermosura.
Y no se trata de que nos hagamos un liftinginstitucional para disimular las arrugas de cara a fuera, ni que nos apuntemos a un gimnasio para recuperar “la firmeza perdida” (a veces “rigidez”, que parece que es lo que se lleva ahora y atrae a muchos/as candidatos/as), ni siquiera que estemos al último gritode modas pastorales… quizá se trata, más bien, de recuperar la hermosura de quienes se saben libres en la medida en que deciden poner la vida en manos de Otro.
Ahora que el verano saca a relucir nuestras miserias y “michelines” y que la televisión nos recuerda que es época de hacer “operación bikini” antes de ir a la playa, quizá podamos también nosotros hacer un plan de belleza a base de ir recuperando pequeños-grandes ámbitos de libertad a golpe de sencillas recetas como las siguientes: no entrar en estado de pánico si se nos acaba la batería del móvil, no necesitar que los demás aprueben o entiendan nuestro actuar porque Aquél que ve en lo secreto si que sabe por qué lo hacemos, permitirnos olvidar cuántas cosas tenemos que hacer a la hora de acoger sin prisa a quien tengo delante, recordar que el mundo ya tiene un Salvador y que nosotros solo somos siervos inútiles (no Superhéroes, como si el futuro de la humanidad dependiera de nosotros), convencernos de que nuestros odiosos defectos son los resquicios por donde el Señor nos regala asumir nuestra fragilidad y acoger su don… ¿Se te ocurren a ti más “recetas”?