Que se valore a la mujer más allá de las funciones que desempeña
Irene Aguilar, Misionera Oblata de María Inmaculada
¿La vida consagrada se está abriendo a una nueva comprensión de la mujer?
La situación del mundo donde vivimos nos interpela como consagrados para buscar con verdad el sentido y significado de nuestra dignidad, ya como mujeres ya como hombres. En este momento de la sociedad actual cada uno puede elegir ser lo que quiere ser, el relativismo parece reinar –¿verdaderamente todo vale? claramente no –. La novedad creo que vendrá, en la medida que vivamos desde lo que somos y estamos llamados a ser en plenitud, hijos e hijas de Dios, con nuestra identidad sexual que está plasmada en nuestra carne.
¿Percibes cambios significativos?
Creo que el feminismo y la ideología de género –que se están imponiendo en nuestra sociedad–, no son buenas consejeras. Dentro de la vida consagrada hay de todo, como en la viña del Señor. Sin embargo, los cambios evangélicos de búsqueda de la dignidad de la persona en su diferencia sexual –hombre/mujer– no vendrán ni por la lucha reivindicativa, ni desde posicionamientos “en contra”, sino desde la manifestación de lo que la mujer y el hombre, son en verdad desde la mirada de Dios Creador. Y podemos ver en la historia de la Iglesia, testigos valientes y significativos.
¿Qué echas de menos?
Valorar a la mujer por lo que es, por su dignidad, con sus valores y aptitudes, diferentes y complementarios a los del hombre, nos haría mucho bien en la Iglesia, en lo concreto de la vida pastoral. Un camino positivo y constructivo, desde el Evangelio, mirando a María, como la nueva Eva, no simplemente porque viene bien o por tapar agujeros de tantas necesidades. A propósito de esto, el papa Francisco dijo en una entrevista ante la cuestión del sacerdocio de la mujer: “…existe la tentación de ‘funcionalizar’ la reflexión sobre las mujeres en la Iglesia, que deben hacer esto, que tienen que ser esto otro. No, la dimensión de la mujer va más allá de las funciones. Es algo más grande (…) la Iglesia es mujer, esposa de Cristo, es mujer dogmáticamente y sobre esto se debe profundizar y trabajar y no estar tranquilos porque funcionalizamos a las mujeres. Sí, se debe dar funciones, pero esto es poco, se debe ir más allá” (20 junio 2018).
¿Cómo podríamos impulsar la deseada complementariedad entre mujeres y varones al servicio de la humanidad desde el Evangelio?
-Viviendo nuestra consagración como don para el otro, no como lucha de poder. El compartir mutuo entre hombres y mujeres, consagrados y consagradas, desde nuestros modos distintos de ser, trabajar, mirar la realidad, afrontarla…, puede enriquecer nuestra misión en la Iglesia, y el servicio a los más pobres y abandonados.
– Reconociendo que “femineidad y masculinidad son entre sí complementarias no solo desde el punto de vista físico y psíquico, sino ontológico. Solo gracias a la dualidad de lo «masculino» y de lo «femenino» lo «humano» se realiza plenamente”, Carta de S. Juan Pablo II, a las mujeres, 29 de junio de 1995.
– Acogiendo el icono de María, junto a los Apóstoles, la primera Iglesia en el Cenáculo, puede ser sugerente para contemplar, iluminar y profundizar esta complementariedad femenina y masculina, que estamos llamados a vivir.
Completa la frase: La mujer comprende el mundo y sus necesidades con otra visión porque…
Su mirada como hija, esposa y madre se dirige al corazón de la persona con todo lo que ella es.