El discurso del pan de vida -¡todo el capítulo 6 del Evangelio de Juan!- identifica en un primer momento el acoger el Pan que ha bajado del cielo con el creer. En un segundo momento lo identificará con el comer el Cuerpo que trae la vida al mundo.
Señales para poder creer
Los judíos, aun habiendo sido testigos de la portentosa multiplicación de los panes y los peces, le piden todavía pruebas, señales, para creer en Él.
Aquellos judíos no tenían dificultad en creer en Moisés, a quien no vieron, ni experimentaron; creían en las tradiciones y leyendas populares que festejaban cada año cómo Moisés alimentó a sus antepasados con el maná en el desierto y los liberó de Egipto.
Y, sin embargo, esta misma gente no creen en Jesús . Quieren una prueba mayor, pues la multiplicación de los panes, no les bastaba.
Jesús corrigió la perspectiva popular: ¡Moisés no fue el protagonista! ¡Fue Dios quien les dio el Maná a los padres en el desierto! Y aquel Dios sigue siendo hoy Dios. Él es quien concede el “verdadero pan del cielo”. El Abbá, protagonista del maná de ayer, es también el autor de la multiplicación de los panes de hoy. ¿Por qué piden otra señal?
Jesús invita a la gente a dar un paso más: “Yo soy el Pan bajado del cielo”. Jesús es la puerta de la fe. Quienes crean, quienes atraviesen esa puerta “se salvarán” Comer el pan que es Jesús, es decir, creer en Él, sacia toda hambre y toda sed. Como decía Orígenes: “¿Crees? ¡Pues ya has comido!”
¿Es la fe un bulo, una “fake news”?
La sociedad actual se está familiarizando con la detección y rechazo de las “fake news”, es decir, de los “bulos”, las noticias falsas. ¿Pensarán muchos de nuestros contemporáneos -incluso familiares nuestros- que el anuncio del Evangelio -la Buena Noticia- es un bulo, una falsa noticia, y por eso, no la acogen, ni la transmiten? Hoy no tenemos problema en mostrar y exhibir nuestras “obras de Caridad”: opción por los pobres, atención y cuidado a los últimos, defensa de los derechos de los grupos marginados, salvar la hospitalidad con los inmigrantes. ¡Ésta sí parece ser una buena noticia! Y, aunque Jesús nos recomendara discreción -que “no se entere la mano derecha de lo que hace la izquierda-, sin embargo nosotros no nos resistimos a que eso hacemos aparezca en los medios de comunicación para que sea reconocido y premiado. En cambio, mostrar nuestra fe, nuestras creencias parece que no es hoy “buena noticia”. Nos convertimos en los “Nicodemos de la noche”.
Jesús nos invita en este día a buscarlo porque la fe en Él va alimentar nuestra vida y nos va a descubrir que la Vida de Dios nos inunda,
El salto arriesgado de la Fe
Los seres no nos fiamos fácilmente de todo lo que nos dicen: queremos pruebas, signos. En el actual desarrollo de la razón humana no es fácil creer sin argumentos, sin pruebas, sin señales. Aceptamos fácilmente la grandeza de Jesús. Nos interesamos por su vida, su enseñanza, su breve paso por la tierra. El salto a creer en Él como el Pan que da vida, como nuestra única salvación, parece a mucha gente un salto imposible.
No cree quien quiere, sino aquel a quien le ha sido concedido. La fe es un don de Dios, es decir, es el resultado del derramamiento del Espíritu de Jesús en nuestros corazones. Es una luz repentina que nos hace -como a Pablo- caer del caballo de nuestra autosuficiencia. “El peor momento para un ateo, es cuando tiene que dar gracias y no sabe a quién” (Chesterton). Porque sólo en el Espíritu podemos confesar “¡Jesús es el Señor!”. No cree quien quiere, sino aquel a quien le ha sido concedido. Nuestro único recurso es orar, pedir la venida del Espíritu para nosotros y para los demás.
La fe es un camino en el cual somos llevados por el Espíritu. La fe es la navegación por un mar agitado en nuestra navecilla de vela, impulsada por el viento de la Santa Ruah. Lo que para nosotros es imposible, inaccesible, improbable, es posible cuando el Espíritu nos habita. Por eso, hay que clamar una vez más: “Abbá, no nos quites tu santo Espíritu”. Alimenta nuestra pobreza con el Pan que nos has enviado del cielo.
Para transmitir la fe a las nuevas generaciones no pongamos una confianza absoluta en nuestras “artes”: procesiones, fiestas populares, cofradías… ¿De qué sirve todo eso, “sin la conexión espiritual”? La fe es espiritualidad y solo en el Espíritu la fe se contagia y pasa de unos a otros.
Plegaria
Espíritu Santo, nuestra Santa Ruah, sin tu aliento, sin tu presencia viva e inteligente en nosotros, no podemos creer; sin Ti de nada nos sirve la fe del carbonero, la vana credulidad, ni tampoco los sabios argumentos de quienes no tienen razones para creer. Sólo Tú, Espíritu Santo, puede acercarnos a Jesús, conectarnos con el Pan de la Vida, acoger el don que el Abbá concedió a la humanidad por haberla amado tanto. ¡Ven, Espíritu, santa Ruah!