La carne de la Palabra

0
1249

¿Va a venir el rey?

-”Que no tonto -le responde Pablo- que es Jesucristo”.

-”Que no, -le contesta Antonio- que lo están cantando…”

Y es verdad que estábamos todos cantando “Majestad”, ese canto carismático de adoración en plena vigilia de la Almudena; pero no era para que entrara Juan Carlos I sino para hacer la Reserva Eucarística. ¡Dios mío! ¡qué lenguajes los nuestros!

-”¡Pero llevas a los chavales a la Vigilia de la Catedral!”

-Pues sí-. Llenamos un vagón de metro como si nos fuéramos de botellón. Pero nos vamos un viernes, a las 19’30h., a la catedral de la Almudena. ¡Toma ya! Eso es fe. Y en la Real de la Almudena recabamos con los cien transitando en fila india por los laterales del templo, para acabar sentándonos en el suelo en un ángulo muerto. Allí escuchamos malamente al Cardenal, intentamos llegar a los tonos imposibles de la coral de la JMJ junto a cientos de jóvenes de movimientos, parroquias y colegios de religiosos. Y se nos saluda: -”Bienvenidos los grupos de jóvenes que vienen con su sacerdote y con las religiosas”. Y la gente sonríe.

Y los chavales -con los que ando tirado por el suelo- me dicen: -”padre Manuel, también estamos los frailes, ¡no han dicho nada!”. -Tranquilos, que el Señor lo sabe y la Virgen también. ¡Y qué les vas a decir! Que venimos como iglesia en nombre del Señor…. Y ellos tan contentos intentado comprender nuestras liturgias de adultos, aunque lleven el adjetivo de “juvenil”.

 

Luego la foto de grupo, las hamburguesas en Ópera y los paseos con los profes y catequistas de calle en calle para que no se nos pierda ni uno de los que se nos han encomendado. Y en las conversaciones de los grupos resaltan que el único canto en el que hemos podido participar todos es en “Majestad”, porque lo cantamos en las convivencias de jóvenes y de Confirmación.

Te doy gracias Señor, Majestad, porque te revelas a la gente joven sencilla. Son los que tenemos en esta generación; sensibles y maleables. Pueden caer en manos de quien sea y eso me preocupa. Sí, a mí, a los profes del cole Raimundo Lulio de Vallecas y a los catequistas de la parroquia del Cebú de Chamberí. Pero sé que Tú darás sentido a estas experiencias sencillas de comunión a las que nos lanzamos; los religiosos también.

Y eso es lo que queda, aunque no haya venido el rey.