¿Qué Vida Religiosa reflejan los jóvenes del S. XXI? Perfil de los jóvenes religiosos de hoy. La formación en la fidelidad

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El día 9 se celebró la segunda conferencia ofrecida por la Revista Vida Religiosa con motivo del Año de la Vida Consagrada. El ponente, Pascual Chávez, ex-Rector Mayor de los Salesianos, desarrolló una cuestión de primer orden. ¿Por dónde orientar el diálogo sincero de las congregaciones con los jóvenes?. La respuesta fue tan buena que el Salon de actos se quedó pequeño. Ofrecemos un extracto de la conferencia que aparecerá publicada, en su totalidad, en nuestra Revista próximamente.

He sido invitado a hablar de un tema que, aunque con un título diverso, ha sido enfrentado en diversas ocasiones por la Unión de los Superiores Generales, especialmente después del Congreso de los Jóvenes Religiosos. En la asamblea de noviembre de 1997, que tuvo como tema “Hacia el porvenir con los jóvenes religiosos – Desafíos, propuestas y esperanzas”, ha intentado conocer mejor la realidad de la nueva generación de religiosos. A esto se añade la reflexión hecha posteriormente en el Congreso Internacional sobre la Vida Religiosa organizado por las dos Uniones USG y UISG en noviembre de 2004 con el tema “Pasión por Cristo, pasión por la Humanidad”.

Posteriormente, las siguientes asambleas de la USG encararon los temas: “Lo que está brotando” (mayo 2005); “Fidelidad y abandonos en la Vida Consagrada” (noviembre 2005); “Para una Vida Consagrada fiel” (mayo 2006)”. Y aunque no exclusivamente dedicada a los jóvenes religiosos, en noviembre de 2010 concluimos una serie de reflexiones con el tema “Vida Consagrada en Europa: compromiso por una profecía evangélica”. Como se ve, ha habido el esfuerzo por comprender y acompañar mejor la novedad que la vida consagrada en general está viviendo, y, en particular, la encarnada por los jóvenes religiosos.

 

Quisiera sintetizar en tres rasgos la novedad de los jóvenes consagrados: búsqueda de profunda experiencia de Dios, anhelo de comunión aunque no siempre acompañado por pretensión de comunidad, entrega a la causa de los más pobres y marginados. Características que van unidas frecuentemente a fragilidad psicológica, a inconsistencia vocacional, a marcado sujetivismo.[1]

La finalidad de esta reflexión, pues, más que pretender decir algo “nuevo”, trata de estimular la reflexión común. Por ello, trataré de mantenerme lo más fiel posible al título y al significado del mismo: ofrecer un marco antropológico que nos ayude a conocer mejor el perfil de los jóvenes religiosos de hoy, y en el cual puedan ubicarse posteriormente las propuestas que ayuden a robustecer la fidelidad de la vida consagrada de quienes somos llamados a ella, con particular atención hacia las generaciones jóvenes.

Es indudable que la problemática fundamental toca la médula y el desarrollo de la fe, a partir de la experiencia personal y comunitaria del Dios de Jesucristo. Presuponiéndolo, debemos hacer aquí una “reducción metodológica” desde un enfoque específico: ¡ojalá que podamos acercarnos lo más posible a dicha problemática, donde Naturaleza y Gracia, sin confundirse, se encuentran e interactúan! En concreto, el tema de la fidelidad toca tantos aspectos esenciales de la persona, que necesariamente debemos renunciar a una visión exhaustiva, y contentarnos con ubicarlo dentro de este marco antropológico.

Por otra parte, la problemática no es exclusiva de la vida religiosa o consagrada: ¡baste pensar en la situación dramática, y muchas veces trágica, de tantos matrimonios y familias en el mundo, e incluso dentro de la Iglesia! En el campo de la vida religiosa, afecta por igual a Institutos de reciente fundación, como a Congregaciones más antiguas e incluso Órdenes eremíticas y monásticas. Más aún: aunque nos interesa sobre todo en relación a las generaciones jóvenes, no se refiere sólo a ellas: la posibilidad de apartarnos del seguimiento radical de Jesús no desaparece sino con la muerte. Como señala bellamente D. Bonnhoeffer, la primera palabra que el Señor dirige a Pedro es también la última: “Sígueme”.

Antes de afrontar el contenido de esta reflexión, conviene explicitar una valoración axiológica previa, de tipo formal: ¿se trata de una situación problemática, incluso peligrosa, de la que hay que defendernos, o de un kairós que, además de inevitable, se convierte en un reto fascinante para nuestra fidelidad creativa a Dios, a la Iglesia y a la humanidad? Creo que estamos convencidos de que, aun con toda la seriedad que la situación exige, se trata más bien de lo segundo: es la consecuencia de creer que el Espíritu Santo sigue presente y actuante en nuestra Iglesia y en el mundo; pero también porque, en éste como en muchos otros aspectos se hace presente la “ley del péndulo”: nuestro tiempo acentúa dialécticamente elementos que, en forma explicable pero injusta, se habían descuidado en otras épocas. De nosotros depende, con la ayuda del mismo Espíritu, buscar su justo equilibrio.

Dicho simbólicamente: la cultura actual, sobre todo juvenil, ha dado un giro total al caleidoscopio antropológico: se contempla una imagen totalmente nueva, en la que podemos reconocer, sin embargo, los mismos factores estructurales que, en la cultura anterior, reflejaban la luz de una manera muy diversa, y por ello, también proyectaban una imagen distinta. Creemos, pues, que se trata, según la feliz expresión de G. K. Chesterton, de una de esas “virtudes que se han vuelto locas”.

Dentro todavía del campo formal, he considerado más conveniente escoger una línea, entre otras, esperando que sea suficientemente relevante como para ofrecer suficientes pistas de reflexión. La alternativa habría sido tocar muchos temas, necesariamente de manera superficial e imposible de ahondar. Por ejemplo, el trabajo de grupo y de asamblea de la USG, de mayo del 2006, elencó además de los que yo propuse (la historicidad, la libertad, la experiencia y la renuncia) otros aspectos antropológicos que consideraba imprescindibles para toda vida consagrada que quiera ser plenamente humana y por lo tanto creíble. Y se refería a la autenticidad, a las relaciones interpersonales y afectividad, a la postmodernidad y al multiculturalismo, por ser “la base de la fidelidad vocacional”.

Uno de los aspectos que entonces -hace 8 años-, no apareció en absoluto y que pienso hoy debería mencionarse-sugerirse, pues va adquiriendo una relevancia tal que ya se podría considerar una megatendencia en nuestro mundo, sobre todo juvenil, es la virtualidad. Esta no es problema de los “medios de comunicación”, cada vez más impensablemente sofisticados, sino que es problema de comunicación, de encuentro personal e interpersonal, y que en la vida religiosa -me parece- se va haciendo cada vez más presente, en dos vertientes: la comunitaria y la apostólica. Sin embargo, es una realidad tan nueva, compleja, ambivalente y, sobre todo, tan abierta al futuro, que es imposible hacer ahora una valoración crítica. Incluso en el tiempo de esa Asamblea de la USG de mayo del 2006 prácticamente todavía no existía facebook, twitter, whatsapp, instagram. Hoy en día, las personas pasan gran parte de su tiempo en el mundo virtual. Algunos tienen abiertos los social network todo el día, de este modo la vida virtual resulta siempre más el espacio en el que las personas viven su vida. Estas “nuevas formas de comportamiento” representan un grande desafío y una oportunidad para la Iglesia. La verdad de la fe no ha cambiado. Nuestra Tradición no ha cambiado, pero la gente vive en un mundo nuevo.

No cabe duda que, al igual que los demás aspectos antropológicos, también la “virtualidad” en la comunicación, esta realidad totalmente nueva y hoy omnipresente en los jóvenes, se nos presenta como oportunidad y como desafío también en la formación, si bien para esto quizá todavía no estamos del todo preparados. Dicho irónicamente: quizá a un joven de nuestros días, la renuncia que implica la vida religiosa (castidad, pobreza, etc.) es menos fuerte que el tener que renunciar al ‘tablet’, al móvil, al ‘facebook’, al ‘twitter’, al ‘whatsapp’.

A este propósito quisiera hacer referencia a la brillante e iluminadora ‘lectio’ con el título “Comunicación”, ofrecida por el conocido semiólogo Umberto Eco, en el Festival de la Comunicación a Camogli, el pasado 13 de Septiembre. En su ponencia Eco habló de la comunicación ‘soft’ y ‘hard’, una red donde es difícil mantener separadas las dos tipologías. Pues bien, citando a Marshal McLuhan, el sociólogo canadiense famoso por su tesis “el medio es el mensaje”, Eco decía que “usando paradojas, había centrado el interés sobre el medio, había ya entendido como el usuario es un dependiente del medio”. Esto lo ha llevado a hablar de Zygmunt Bauman, de Twitter, de la comunicación de algunos personajes, incluído Papa Francisco, del social network, de la comunicación de la comunicación, del exceso de información que lleva a la pérdida del pasado.

A mí por ahora me basta mencionar este aspecto para centrarme, como he dicho antes, en aquellas dimensiones esenciales de la estructura humana, tratando de privilegiar la profundidad.


[1] Cfr., a este respecto, el cap. IV, “Los jóvenes religiosos, problemas y retos” de la obra de GABINO URIBARRI BILBAO, Portar las marcas de Jesús. Teología y espiritualidad de la vida consagrada, Madrid, 2001, pp. 109-129. En el ámbito italiano, cfr. Rino Fisichella, Identità dissolta. Il cristianesimo lingua madre dell’Europa, Mondadori, Milano 2009, 115 – 132. A. Cencini, “Mi fido…, dunque decido. Educare alla fiducia nelle scelte vocazionali, Milano 2009, pp.82-93. Y, más recientemente, la conferencia “La radicalità evangelica nell’epoca delle radici fragili”.