Lo que dice el Papa sobre la Amazonia es perfectamente aplicable en todos los lugares donde la Iglesia está presente, cumpliendo su misión de evangelizar. Necesitamos una catequesis, una liturgia y una santidad con rostros locales. En cada diócesis y en parroquia habrá que buscar los modos concretos de implementar formas pastorales para corregir lo que no acaba de funcionar y alentar lo que funciona. Muchas veces esperamos que otros nos ofrezcan recetas y soluciones concretas. Pero en el terreno de la pastoral las recetas debemos buscarlas en función de las personas y del lugar en el que debemos evangelizar. La evangelización siempre es la misma, siempre anunciamos el nombre del Señor Jesús. Pero la pastoral, puede y debe cambiar. La evangelización siempre tiene el mismo buen olor de Cristo; la pastoral tiene el olor de las ovejas, que no siempre es el mismo.
Cierto, hay una serie de grandes líneas pastorales que pueden considerarse aplicables en todas partes y que se concretarán, como digo, en función de personas y lugares. Enumero algunas: fomentar espacios para compartir la fe comunitariamente; favorecer la formación de los laicos; celebrar los sacramentos y, sobre todo, la Eucaristía de forma gozosa y festiva; diseñar una pastoral con jóvenes que les ayude a encontrarse con Jesucristo; sensibilizar a todos los miembros de la comunidad cristiana en su compromiso caritativo en favor de los más necesitados de la parroquia y de más allá de la parroquia; dejar clara la dimensión vocacional de toda vida cristiana, recordando que todos hemos sido llamados a vivir según el espíritu de las bienaventuranzas, sea cual sea nuestra “llamada”: al matrimonio, a la vida religiosa, al sacerdocio; y sea cual sea nuestra misión concreta en la Iglesia: catequistas, animadores de comunidades, misioneros, etc.
Estas grandes líneas se pueden realizar de muchas maneras. Si estamos convencidos del valor de nuestra fe, y la vivimos con ilusión; si este convencimiento nos mueve a buscar una mejor comprensión de la fe; si nos sensibiliza con los pobres y los inmigrantes; si nos mueve a compartir, si nos abre a la vida, si nos llena de alegría cuando una hija quiere ser religiosa o un hijo sacerdote, entonces las concreciones serán eficaces. Pero si vivimos una fe sociológica, si apenas nos llega para asistir a Misa los domingos, si nos despreocupamos de las necesidades ajenas, si educamos egoístamente a nuestros hijos, entonces no hay concreción que sirva. Y eso vale para todos los cristianos, empezando por los animadores de la comunidad, sacerdotes incluidos, claro, pero no los únicos.