HUMANIZAR LOS PROCESOS

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(Damián Mª Montes). Vivimos en un momento propicio para realizar un trabajo urgente de cambio, que afecta a la Iglesia en general y a la pastoral juvenil y vocacional en particular. Me refiero a la tarea de humanizar los procesos, a la labor de purificar, podar y limpiar la experiencia de fe de cualquier atisbo de extravagancia. Por supuesto, no me refiero a “mundanizar” la experiencia de fe. Compruebo, sin embargo, que muchas personas siguen promoviendo una suerte de aspectos de “mística barata” que nada tienen que ver con una verdadera experiencia espiritual que transforme a la persona. Entiendo por procesos la experiencia de conversión, el discernimiento vocacional, la incorporación progresiva a la comunidad o el encuentro personal con Dios que afrontan los jóvenes que se acercan a nosotros.

Un dato que favorece la distancia entre la Iglesia y los jóvenes es la pérdida de humanidad en nuestras propuestas. Nos solemos conformar diciendo que hay grupos que, siguiendo esta línea, consiguen un número más elevado de jóvenes que se interesan por ellos. Sin embargo, querría recordar que siempre ha habido, y habrá, enamorados de las extravagancias, pero que estos son minoría. Me pregunto si esa oferta es la más evangélica y la que realmente debemos plantear, porque nos olvidamos de otros muchos jóvenes, la mayoría, que buscan a Dios de una forma sencilla, cotidiana y más humana…

Pondré un ejemplo. Algo que me planteaba muchos interrogantes desde que fui ordenado sacerdote era encontrarme con personas conversas a edades adultas. En alguna ocasión he llegado a pensar que tenían más fe que yo o que Dios se les había revelado de un modo más potente. Bastaba recordar mi encuentro personal con Dios y se pasaba la frustración. Es increíble el convencimiento, la fuerza y la radicalidad de algunas de sus afirmaciones. Caminaron, e incluso se perdieron, pero de repente pertenecen a la esfera “divina”. Me entristece que hayan olvidado que tuvieron la oportunidad de caerse y de que hay muchas personas caminando como ellos hicieron. Siempre habrá experiencias de conversión radicales, y serán un testimonio precioso y válido, pero no olvidemos que la experiencia de encuentro con Dios de la mayoría será más costosa y más lenta. Por esta razón, y por otras similares, necesitamos humanizar nuestras propuestas, para que se adapten al caminar y a la fragilidad propia y sagrada de los jóvenes que se acercan a Dios.