HUMANIZACIÓN DE DIOS, DIVINIZACIÓN DEL HOMBRE

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martin gelabert2webUn año más celebramos la Navidad, el nacimiento de Jesús, el misterio de la Encarnación. Sí, el misterio de la Encarnación. Sin duda es maravilloso el nacimiento de un niño. Pero lo verdaderamente maravilloso, hasta el punto de que resulta increíble, es que este niño que nace sea el Hijo de Dios. Lo verdaderamente maravilloso es que Dios se haga hombre. Y para hacerse hombre tiene que nacer de una mujer. Y pasar por todas las etapas de lo humano: crecer, sufrir, llorar, aprender… Dios se hace hombre. ¿Cómo explicar algo tan sorprendente? Porque Dios, por definición, no necesita de nada ni de nadie. Lo tiene todo. Pero sobre todo tiene Amor. Y el amor es determinante de todo lo que es y hace. Por eso se hace hombre: tanto amó Dios al mundo que quiso hacerse uno de nosotros. Dios es un amante tan grande que quiere hacerse como el amado.

El Papa Francisco acaba de inaugurar el año jubilar de la misericordia. El niño, nacido de María hace dos mil años, quiere nacer todos los días en nuestro corazón y nos revela la misericordia de Dios. Una misericordia que llega hasta el extremo: porque este niño, manifestará a lo largo de su vida, con sus obras y palabras, que la misericordia de Dios no tiene límites: por amar, Dios ama y perdona hasta a sus enemigos. Porque su amor, al contrario de nuestros amores, es incondicional. Aunque busca nuestra respuesta, no está condicionado por nuestra respuesta.

Jesús, revelando así quién es Dios, y viviendo humanamente la vida divina, nos enseña un nuevo modo de ser humanos. La verdadera humanidad está en vivir divinamente. Y vivir divinamente no es hacer lo que interesa al capital o al poder, sino lo que le interesa a Dios. Y lo que le interesa a Dios es el ser humano, la dignidad de todos, que haya pan y casa para todos. Dios prefiere más el respeto a las personas que nuestras piadosas devociones. Para llegar a ser divinos no hay que escapar de nuestra humanidad, sino vivirla desde el amor y para el amor.

La encarnación no solo representa la humanización de Dios. Representa igualmente la divinización del hombre. En la encarnación Dios se ha fundido y confundido con lo humano. En la medida en que nos hacemos más sensibles a todo lo humano, liberándonos de toda deshumanización: ahí encontramos a Dios. Jesús se introduce en el mundo para humanizar. Sus preocupaciones son: la salud de los enfermos, la comida de los pobres y el entendimiento entre los humanos. Para Jesús lo primero es aliviar el dolor de los que sufren.

Dios nos ha creado para ser felices; sólo quiere nuestro bien; por eso le interesa la salud, la educación, el bienestar, la paz, que todos tengan para vivir con dignidad en su familia, que todos disfruten de la vida. En la medida en que nosotros anunciamos, vivimos y realizamos este proyecto humanizador, en esta misma medida nos encontramos con Dios.