HERRAMIENTAS DE ANIMACIÓN, GOBIERNO Y LIDERAZGO (III)

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 Cuando hablamos de animación estamos afirmando justamente que un ámbito comunitario necesita ánimo. La capacidad para infundir ánimo es uno de los rasgos que el Magisterio expresamente pide a aquellos que prestan el servicio del superiorato , porque como ya denunciaba el Beato Juan XXIII «agoreros de calamidades» abundan por doquier. No deja de ser elocuente que se pida a quien tiene que sostener los vínculos comunitarios la capacidad de generar ánimo. Sin embargo, la vinculación en libertad y totalidad; en gratuidad y permanencia que es la vida en comunión, necesita y le es imprescindible que alguien encarne la evocación de la esperanza que sostiene la llamada. Es conocido por todos que los dinamismos de relación, por el propio desgaste que conlleva existir, pueden condicionar un estado de permanencia sin esperanza. Sanar esto es la tarea primera de quien gobierna una comunidad religiosa. Es además imprescindible que esta propuesta de ánimo sea para todos, no para un grupo selecto que decide o me sigue. Aquí, sin duda, aparece otro de los grandes retos de nuestro tiempo: la pluralidad. Va habiendo en el seno de las comunidades y de las congregaciones demasiadas distancias entre facciones, grupos ideológicos . No hace mucho recordaba Mons. Tobin algo que había presenciado en su congregación, él venía a definirlo del siguiente modo: a los gobiernos no los sucedían otros… sino que «juntas militares» eran derrocadas y sucedidas por otras que negaban a los anteriores hasta el agua. Creo que es evidente. Un aspecto crucial de la comunidad hoy es la reconciliación. Es más, el punto de partida de una concreta y activa reestructuración es una sincera celebración penitencial.
El servicio de animación tiene que emplearse a fondo, en una sociedad dividida y devaluada, por superar la división, aunar intereses y personas. Superar la tentación maniquea y miope de gobernar sólo para quien aplaude y atender todas las sensibilidades. Esta clave, comprenderán que no se improvisa y que supone una cualificación humana (y divina) poco frecuente.

El trayecto que resta a la comunidad religiosa para ser significativa en los contextos del siglo XXI no se salva si no es con una propuesta explícita de ánimo, en la que nos recordemos, cada mañana, que efectivamente, a penas se abra nuestra boca, ésta proclamará la alabanza y no el lamento.

 Es imprescindible el liderazgo que en la vida religiosa consiste en la capacidad de ser memoria de la Bienaventuranza porque en las batallas de la vida frecuentemente se viven vueltas atrás, búsquedas de protección o contaminaciones de las líneas más originales de fidelidad. El liderazgo es capacidad de guiar sin imponer; orientar sin forzar; mostrar y atraer. Es un liderazgo espiritual que no se logra con destrezas humanas, aunque las comprende. La comunidad religiosa tiene que superar tres tentaciones siempre presentes: el conformismo, la casuística y el desánimo. Éstas unidas a aquellas dos que ya señalaba Juan XXIII en su decálogo (prisa e indecisión) constituyen cinco trasversales en las cuales nos jugamos todo en el ser comunidad o parecerlo. Un liderazgo activo, estará siempre atento para que estas constantes en las relaciones humanas estén suficientemente neutralizadas por el evangelio, de manera que la comunidad no se reduzca a puro grupo sociológico (suma de individuos) y logre aquel efecto multiplicador que tiene lo evangélico (encuentro de hermanos o hermanas).
Pero en un contexto como el presente, ¿de qué liderazgo estamos hablando para la vida en comunión? Los tratados de éxito social y empresarial piden para los líderes una especial inteligencia intrapersonal (aquella que permite entenderse a sí mismo y a los demás) e interpersonal (aquella que tiene que ver con la capacidad de entender a otras personas y trabajar con ellas) éstas capacidades, unidas a un cuidado espiritual y sentido de pertenencia, son equipaje que nos ayudará a viajar de la administración (que las cosas funcionen) al mecenazgo (que las personas den lo mejor de sí).

 ¿Qué decir de la visión? Se trata de aquella cualidad poco frecuente que evita el funcionamiento por impulsos, transforma la estrategia en mística y destierra cualquier asomo de competitividad. Es un don que permite ver más allá de las apariencias, con lo cual se logra la perspectiva: conoce el antes e intuye el después, por eso hace posible el ahora. Tiene especial unción para trabajar el nosotros y de integrar en él la particularidad y la sana autonomía imprescindibles de la verdadera comunión en libertad. Tiene tres rasgos muy claros: descubre la realidad, visualiza el ideal y alienta las posibilidades corales para lograrlo .

 

DESCUBRIMIENTO DE LA REALIDAD

o CUIDAR LOS VALORES DE LA COMUNIDAD
Es la capacidad para señalar lo central, lo que no debe cambiar, en un contexto en el que todo puede cambiar al servicio de la persona. El líder sabe respetar la situación de la persona sin forzar ni el miedo ni el entusiasmo, pero dando argumentos para que la persona se sienta impulsada o motivada para caminar en una dirección
o SIN PRISA PERO SIN PAUSA
La pretensión de cambio de ánimo en una comunidad local, provincial o congregacional no puede estar tejida de impulsos o de búsquedas de resultados inmediatos o sonoros. Es necesario promover una ralentización en la cual las personas hablen y sean ellos mismos (no quienes queremos que sean). Servirnos tanto de la escucha y acompañamiento (el acompañamiento espiritual creo que es uno de los valores que más hemos de cuidar en este tiempo), como de las querencias reales de las personas… es imprescindible para llegar a descubrir cómo tiene que ser la comunidad.

o INICIAR EN LA CÚSPIDE ALGO QUE PARTA DE LA REALIDAD
No hay cambio real si no sintonizamos a todas y todos en el cambio. Merece la pena invertir tiempo, mucho más tiempo, en diálogos formales e informales en los que cada persona se sienta valorada y escuchada, para llegar a un punto de encuentro y consenso. Sigue siendo el entusiasmo quien proporciona el impulso necesario para pasar de la palabra a la acción.

VISUALIZAR EL IDEAL

o DIRIGIR LA MIRADA HACIA ADENTRO
No basta la sociología (así somos, o así estamos). El líder tiene que saber ver como en realidad está la comunidad. Su horizonte y su presente. Sólo así se puede esbozar un planteamiento que resulte alentador y aglutinante de la realidad.

o LLEGAR AL CORAZÓN (que no sólo se esté)
No se trata tanto de saber argumentar de manera exacta (en clave de empresa) sino de saber conmover, en clave de vida. Hay que llegar al corazón de la persona para desarrollar los dinamismos de implicación comunitaria.

o PRIMERO LAS PERSONAS, LUEGO LOS PROYECTOS… NO A LA INVERSA
Generar compromiso y adhesión personal. Cuidado de los vínculos emocionales. El religioso debe percibir que se confía en él (o ella) y sus posibilidades.


MANTENIMIENTO DE LA TENSIÓN

o PASAR DE LA VISIÓN A LA ACCIÓN
Superar la tentación de formulaciones teóricas que no se procesen. Ofrecer signos de vida que hagan creíble el proyecto. La persona no se enamora de cronogramas y a veces es lo único que ofrecemos.

o OXIGENAR LOS AMBIENTES
La comunidad nueva no se da porque lo digamos, sino porque ponemos la vida en ello. Oxigenar ambientes es hacerlos posibles para las personas que hoy viven en comunidad, no las que vivieron. Un buen líder tiene una buena percepción de la historia, permitiendo que ésta sirva de humus común y no sólo de lenguaje para iniciados. El líder sabe que hoy un tanto por ciento elevado de la vida religiosa no vibra con los recuerdos de lo que fuimos.

o AUTORELATIVIZACIÓN DEL LIDERAZGO
La clave de la comunidad es la común responsabilización de los ministerios y servicios. No permitir la perpetuación de funciones por el deterioro que provoca en la comunidad y en la persona que encarna el servicio en un tiempo o trayectoria excesivamente prolongada.