HAY PERSONAS QUE DEJAN RASTRO Y VIDA

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Oración apostólica de san Antonio María Claret en el 150 aniversario de su muerte

Hay personas que dejan rastro. Mueren y siguen presentes en el recuerdo, en el corazón de su familia, y en la medida en que la familia va desapareciendo, desaparece también la memoria de ellas. Hay personas que dejan rastro mucho más duradero. Unas por su arte, otras por su pensamiento, otras por sus inventos y pericia, otras por sus hechos o también por sus errores y crímenes.

Hay personas que dejan rastro porque crean familias espirituales. Éstas surgen de forma misteriosa. Lo que emerge en un lugar sencillo, pobre tal vez, con muy pocas personas, después -no se sabe cómo- contagia como un buen virus… Y después de años resulta que los contagiados o contagiadas por el virus carismático son centenares o incluso miles.

Una de esas personas fue Antonio María Claret. Fue célibe, pero también “padre”. Casi -diríamos- padre adoptivo, porque en una ocasión -ya cercana su muerte- se atrevió a decir que su Congregación la tuvo a ella como Fundadora y Madre: lo dijo dirigiéndose a un cuadro del Corazón de María. Por eso, su congregación se denominaría: Hijos del Inmaculado Corazón de María. Pero también participó en el nacimiento con Madre Antonia París de las Misioneras Claretianas y tuvo en su corazón la fundación de Filiación cordimariana…

Y esa familia que a través de él nació, por obra del Espíritu y de María, hoy se extiende por el mundo. El germen ha prendido en hombres y mujeres de diversas razas, lenguas, culturas, pueblos. En estos 150 años Antonio María Claret es permanentemente recordado, y su vida es siempre agradecida al Dios-Creador Padre y Madre. Tras estos 150 años la imagen de Claret está presente en miles de cuadros, de fotografías, en el inmenso mundo de internet. Él da nombre a no pocas instituciones al servicio de la gente, de los jóvenes. Y en cada misionero claretiano o misionera claretiana o hija del Corazón de María está presente como inspiración y como padre en el Espíritu.

Sí, es verdad, hay personas que dejan rastro: y lo que surgió en una pequeña celda del seminario de Vic, con cinco compañeros… por obra del Espíritu… se hace ver y oír después en la tierra … hasta las islas más lejanas.

En este día os invito a orar con Claret, en su misma lengua materna -el catalán- su oración que todavía no ha cesado de ser morada.

Murió en un monasterio cisterciense, Frontfroide (Francia). Claret tenía enemigos o al menos personas que no lo valoraban -como el cónsul de España en Perpiñán o el embajador de España en París-. Llegó al monasterio francés después de salir de Francia refugiarse en la comunidad de sus misioneros en Pradres (Tarragona). Pero su estancia allí peligraba, por eso “convenía que saliese pronto, ocultamente de Prades pues iban a internarle. El 5 de agosto tuvo que ser ocultado y llevado al monasterio de Fonrtfroide Con resignación lo aceptó Claret, diciendo: “Bendito sea Dios. Alabado sea Dios”. Tuvo que salir de la comunidad de Prades de incógnito, vestido como un simple sacerdote. En el monasterio cisterciense de Frontfroide fue acogido y atendido por los monjes… y allí entregó su vida al Dios al que tanto amó a la edad de 63 años. “Amé la justicia, odié la iniquidad… por eso… muero en el destierro”.