HAY INNOVACIÓN EN LA VIDA CONSAGRADA

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Cuando encontramos buenas señales en la vida religiosa

(Pablo Largo. Claretiano. Director de la Escuela Regina Apostolorum). Conozco demasiado pocas comunidades y demasiado pocas personas como para hacer juicios de cierto alcance. Señalo datos que son motivo para dar gracias a Dios y estímulo para perseverar.

Estoy recordando una comunidad que vive con alegría. La edad de las personas es la que es y no engaña. No tienen tras de sí una generación que dé continuidad a su estilo sencillo y armónico de vida y servicio; pero no consumen las horas en añoranzas ni son gente amargada; hay buen humor en el grupo, lo que ya sería un indicio de salud mental, y hay más que senequismo, otro notable indicador de salud. La alegría puede ser signo de una realidad más luminosa: de la presencia del Espíritu, ya que el primer armónico del amor es justamente la alegría (cf. Gál 5,22).

Comunidades en estado de reducción severa de sus «efectivos» no se han arrellanado en un dolce far niente, a la espera de la decrepitud y la extinción. En ellas, en el lar carismático, continúa ardiendo el fuego sagrado; y se entregan a empeños que, a primera vista, son poco atractivos. Es que puede más el ejercicio de la misericordia al lado de gente desestructurada y marginada. Con presencia cercana y acogedora, se desgastan por los hermanos más pequeños del Hijo del hombre (cf. Mt 25,31ss).

Hay gentes que cultivan la formación continua en sus vertientes espiritual, intelectual, pastoral. La participación en iniciativas de renovación carismática, la oración, el acompañamiento, la lectura, la reflexión, el diálogo y la presencia en semanas y cursos les ofrecen nutrientes para vivir su condición con buena calidad. Saben que el arte es largo y la vida breve, y que toda etapa es propicia para formarse.

Pienso en personas que asumen cargos onerosos. La situación les puede exigir decisiones poco gratas. La tentación natural sería la de eludir, con una u otra excusa, tales oficios. La vencen el sentido de responsabilidad y la negativa a exhibir ante los demás, a la menor ocasión, la gran capacidad de sacrificio que las anima; no son expertas en victimismo.

En fin, en la escucha prestada a la voz del Espíritu en la realidad, puede suceder y sucede que los pasos no sean de repliegue, sino de abrir algo nuevo. No tendrá las dimensiones de los tiempos de expansión; basta una presencia con sabor a Evangelio. Esta señal, junto a las anteriores, no deja de tener sabor a Pascua.