“Dios o el dinero…”
Hoy he tenido que ir a bancos y manejar cuestiones de dinero. En la fila, frente a la ventanilla, me precedía un padre joven –vestido muy sencillo- que durante todo el tiempo ha tenido a su pequeño hijo en cabrito, sobre sus hombros; el niño se sentía sin duda el más grande y seguro de todos los que estábamos allí. En ese momento me surgía una oración sencilla: “Padre, te revelas para mí en cada detalle…hoy en la fila ante la ventanilla del banco, te haces grande en el más pequeño y padre en el más sencillo. Y yo me siento más seducido por ti que por el dinero”. Recordaba el evangelio del próximo Domingo y lo unía al tema del decrecimiento con el que estamos trabajando con los universitarios, y del que da cuenta un monográfico de “Imágenes de la Fe” (PPC) que se publicó en Diciembre pasado.
“Decrecer para crecer” es un lema alternativo que para los cristianos hunde sus raíces en la estructura fundante de la construcción del Reino de Jesús de Nazaret. Las claves cristológicas de encarnación, pasión y resurrección son pilares de un modo de entender la existencia que nos invita a revisar la cultura que ha fomentado un bienestar cuestionando el bien ser, y a presentar alternativas que no van por la producción sin más, ni por el tener por tener, sino más bien por recuperar fuentes de vida que se asientan en la centralidad de lo humano y en la riqueza de la interioridad que sabe “tener menos para vivir y ser más”, creyendo que hay una pobreza liberadora que enriquece, la que pone a Dios y su amor por encima del dinero y la riqueza. La situación actual de nuestras sociedades en crisis está siendo un aldabonazo en la conciencia personal y colectiva para recuperar lo más genuino de lo humano y de la utopía de la fraternidad. Hoy se nos está pidiendo “saber perder para ganar, arriesgar para vivir, darse para ser, empobrecernos para enriquecernos”. Las personas tocadas por el Reino tienen labor seria por la demanda de lo que llevan como tesoro en vasijas de barro. No podemos permanecer dormidos cuando la necesidad de Reino es tan acuciante: “Venga a nosotros tu Reino”.
Estamos llamados a una pastoral que vibre con las inquietudes y necesidades que el mundo se está planteando –como está pidiendo el Papa Francisco-, y que las personas y colectivos más concienciados están ofreciendo como caminos alternativos y fecundos. Se trata de sumarse en la perspectiva paulina de la propiciación de los sentimientos de Cristo como fuente de vida para el mundo actual y colaborar en “el lío de la misericordia activa” que el Papa está proponiendo continuamente, con la clave cristológica: “Cristo, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9). Este es el lema que nos propone para esta cuaresma que comenzamos; no hay duda que la alternativa “Dios o el dinero” es de gran actualidad. El evangelio, como camino de alegría y felicidad, nos propone la generosidad –elegir a Dios- frente a la seguridad engañosa del dinero.
El evangelio, en la alternativa “Dios o el dinero”, nos propone vencer la tentación de la posesión como elemento de seguridad; esta opción es condición básica para poder vivir lo comunitario y ser comprometidos. Para Jesús estaba claro cuando proclamaba que no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. La seguridad del dinero, la seguridad del trabajo, de las notas y el currículum (“Di que estas piedras se conviertan en pan”- Mt 4,3), pueden matar la auténtica vocación y grandeza de una persona, y llevarse así lo mejor de sus sueños, en especial la dimensión comunitaria, fraterna y la capacidad de compromiso; por eso Jesús invita a atesorar tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la carcoma los corroen…no nos vaya a pasar como aquél de la parábola que se pasó toda la vida almacenando y cuando creía que ya tenía lo suficiente, aquella misma noche se tuvo que ir para siempre, y no pudo llevarse nada porque todo lo que tenía era externo, donde la polilla y la carcoma sí corroen. El que es así se empobrece, pierde toda la vida que hay a su alrededor e incluso llega a ver a sus vecinos y hermanos como competidores…hay hermanos que no se hablan (están muertos) por algo de dinero de una pequeña herencia.
La generosidad, como clave de vida, enriquece y lleva a la plenitud del gozo a los que la adoptan y vertebran su existencia con ella. Hay un modo de ser, estudiar, trabajar…según Dios y aquí está la clave fundamental, la gratuidad que genera el verdadero amor: “Ha echado lo que tenía para vivir” (Mc 12,44).