En el evangelio de hoy, la llamada de cuatro discípulos, los primeros, importa mucho el lugar.
Es Galilea, una zona dura para la fe judía. Por lo menos para la fe institucionalizada judía. Ahí está muy a gusto Jesús. En ese lago de trabajos, fatigas y frutos. En el día a día anodino de muchos hombres y mujeres que se pasan la vida buscando: peces y sentido. Hogar y comunidad.
En lo difícil, en lo baldío a los ojos de los que detentaban el poder político-religioso (añoranza también en la actualidad) el Nazareno llama, anuncia, propone la novedad absoluta que no encaja con los cánones.
Libertad, brisa, liberación, hogar, integración, sonrisa, trabajo, propuesta… Aquí está el Dios de Jesús. Ojalá también nosotros seamos encontrados por él ahí. Galilea de los paganos también hoy sin seguridades y gestos impostados, abiertos y libres.
Así sea.