A veces nos sentimos con energía baja para afrontar las tareas y retos del nuevo curso, quisiéramos vernos libres de aquellos pesos que no nos dejan andarlo con ligereza: los desánimos, la impotencia ante situaciones enquistadas…y aunque anhelamos provocar florecimientos propios y ajenos, nos puede lo que arrastramos y va cristalizando en nosotros en forma de hábitos y dinámicas que nos intoxican, que no favorecen la circulación de la savia, y de las que no sabemos cómo escapar. Me evocó lo que Christian Bobin recoge en su hermoso libro, Resucitar, acerca de una mujer que piensa que todo lo que hace es incompleto, malo, fallido. “Querría que se le concediera una segunda vida, como un buen papel en blanco en donde poder pasar a limpio la primera, quitarle todas las manchas y todos los borrones. No se da cuenta de que la vida de verdad es la versión a sucio”. Yo también me he sentido así en algunos momentos, necesitando otra hoja en blanco, una segunda vida. Nos lleva tiempo descubrir que la que Dios ama es esta “versión a sucio” que nos duele, con todos sus borrones. Es a esta, y no a otra, a la que aguardan floraciones inéditas.