FE Y LAICIDAD

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Dado que la Santa Sede está poniendo en marcha un dicasterio para la nueva evangelización, uno de los periodistas que acompañaban al papa en su viaje a España, le preguntó si “precisamente España, con los desarrollos de la secularización y de la disminución de la práctica religiosa” era “uno de los países en los que” el papa “pensó como objetivo para ese nuevo dicasterio o si no (era) el objetivo principal”.
Y el papa respondió a lo que le preguntaron: “He pensado en el mundo entero”.
Aunque pueda resultar decepcionante para nosotros, España no es el problema de la Iglesia, los españoles no estamos en el centro de las preocupaciones del papa, creyentes o incrédulos, no somos el ombligo del mundo.
“He pensado en el mundo entero”, dijo el papa, sencillamente porque “la dificultad para pensar los conceptos de la Escritura, de la Teología, es universal”.
El papa no vio enemigos en el mundo, sino dificultades. Y, hablando de dificultades, que no de enemigos, el papa añadió: “Naturalmente hay un centro y es el mundo occidental con su secularismo, su laicidad”. En todo el mundo, pero de modo especial en el mundo occidental, “la fe ha de buscar renovarse para ser fe de hoy y para responder al desafío de la laicidad”. El papa no se refiere al secularismo ni a la laicidad para atacarlos, ni siquiera para interpelarlos; constata su presencia y se dirige a la fe de los creyentes, llamada a “responder al desafío” que secularismo y laicidad representan para ella.
En ese contexto el papa habla de España, y se refiere a ella como un “país originario de la fe”, que, no obstante eso, ha sido también país originario de “una laicidad, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo, como hemos visto precisamente en los años treinta”. Referencia histórica que, si se quiere, puede ser tachada de genérica, pero no de injusta con nadie.
Y de la referencia histórica, el discurso pasó al presente: “El choque entre fe y modernidad se da también hoy en España”. No me resulta que en ningún momento se haya hecho alusión alguna a un choque o a una confrontación entre la Santa Sede y el gobierno de España, entre Iglesia y partidos políticos, entre creyentes y no creyentes. El papa habló de “choque entre fe y modernidad”, y salvo que a alguien le moleste que se le considere hijo de la modernidad y de la ilustración, no veo qué motivo de alarma o de escándalo pudieron encontrar algunos en lo que oyeron –¿o más bien en lo que deseaban oír?-.
También el papa es hijo de la modernidad y de la ilustración. Pero eso no le impide ver los muchos problemas de comunicación y de lenguaje que esa filiación suya y nuestra está creando a la transmisión de la fe. El papa espera que España desempeñe un papel central en el proceso que la Iglesia está viviendo de “encuentro entre fe y laicidad”.

P. D.: De las reacciones de los políticos, mejor no hablar.

+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger